Monday, March 27, 2006
Era domingo por la mañana cuando me enteré de la muerte de la gran y única Rocío Dúrcal. Es la primera vez en mi vida, que la muerte de una figura del medio artístico hace que derrame unas cuantas lágrimas. En verdad sentí feo. Gacho. Desde hace algunas décadas que escucho su música. Incluso, un largo playlist de canciones de la Dúrcal en mi iPod (y que incluso así se llama, “La Dúrcal”) me ha hecho compañía cuando ando jarra y voy en mi coche. Incluso desde semanas atrás y sin saber que Doña Rocío partiría al más allá, amigos y secretarias de la oficina me pidieron les quemara en CDs la lista. Mucha gente sabe que yo era su admirador, y lo fui aún más, cuando tuve la fortuna de conocerla hace un par de años cuando acudió a nosotros para que la asesoráramos en algunos trámites ante Notario Público (hice cuentas y fue creo en el momento que su cáncer comenzó a avanzar). Uno de mis jefes, sabedor de que me gustaba su música, pidió que fuera yo quien la asesorara. Y así fue, la recibí en mi oficina un par de ocasiones, le confesé mi admiración, le di beso, me dio un autógrafo, y oh crueldad del destino: me tomé fotos pero en la cámara del office-boy, no digital, sino prehistóricamente de rollos de 35 mm, y que por angas o por mangas, las fotos ya reveladas jamás llegaron a mis manos bajo el pretexto “Oh discúlpeme licenciado, la cámara se me olvidó en un taxi”. No obstante, el recuerdo es mayúsculo, y más aún cuando fui con Doña Dúrcal a un Notario y todos la admiraban mientras yo me jactaba, ejem, ejem, de ser su abogado.
Y hoy, la señora se nos ha adelantado. Neta, qué feo siento. No hay mejor manera de recordarla que escuchar su música para siempre. He recordado varios momentos en que he escuchado su música y ello me recuerda algo. Por ejemplo, recuerdo cuando a Alejandro (sí, el mismo de otros posts) alguna vez le dije que le dedicaba una canción de la Dúrcal, “Me gustas mucho” y le pedí la consiguiera. A la fecha ignoro si alguna vez la escuchó o la ha escuchado, pues nunca me dijo nada al respecto. De hecho desvío un poco la atención de éste post relativo a Doña Rocío para hablar de Alejandro (¿¿¿otra vez???). Seré breve: hace como un mes le di la despedida, espero ésta ocasión sea la definitiva, y digo que espero así sea, pues le había ya dado la despedida otras 3 ocasiones anteriores. De hecho si él está leyendo ésto ahorita, le pido y le recuerdo que ya no me vuelva a buscar (jeje, ¡fuera yo tan importante!).
Pero, mmm, volvamos a lo verdaderamente importante y que sí vale la pena: la señora Rocío Dúrcal.
Palabras más, palabras menos. Pero sí le diré a la gran Diva, algo similar a lo que Dimas (o Gestas) le dijo a Jesucristo cuando estaban crucificados: “Señora Dúrcal, acuérdese de mí, cuando esté sentada a la Derecha del Padre; acuérdese de mí (además está obligada en agradecimiento pues no le queda de otra) cuando ande yo jarra manejando mi automóvil y escuchándola en mi iPod, para que llegue con bien a mi destino”.
Repito: ¡fuera yo tan importante!
Sunday, March 26, 2006
Mi vida es una constante muestra de casos opuestos, contradicciones y paradojas: una vez que me he dispuesto a coger como conejo en primavera con la mayor cantidad de cogelones posibles (sin importarme el rol sexual a desempeñar), me relaciono con gente totalmente opuesta a mi vida. Es como si el destino quisiera recordarme que alguna vez fui hombre de bien; que alguna vez en mi reinó la esperanza, y que alguna vez tuve Fe.
Digo todo ésto pues en la Alianza Francesa, uno de mis compañeros es un muchacho seminarista. Se está preparando para ser sacerdote. Tiene 24 años. Es de Oaxaca y estudia francés pues los “hermanos” de su congregación lo enviarán a evangelizar algún país africano donde se habla francés como lengua materna.
Nos invitó a comer éste sábado. Digo “nos” pues incluyo a mi maestra y dos compañeras más. Nos hizo un croquis. Una calle cerca de la Universidad Panamericana, donde se encuentra su congregación. Llegué 20 minutos tarde, pues hice una parada en una pastelería “El Globo” para no llegar con las manos vacías. No servía su red para pago con tarjetas de crédito, así que me retrasé el doble. Tuve que parar en “Sanborn’s” donde compré unas galletitas de mantequilla. Cuando llegué ya estaban comiendo. La cita fue a las 2.30 PM. Hora en que se sirve la comida en un gran comedor con cerca de 6 mesas, donde comen los “hermanos” y sacerdotes. Llegué con algo de pena, pues tuve que cruzar en medio de todos quienes ya comían. Al fondo del comedor, un gran crucifijo pintado sobre la pared, y a sus pies, la última mesa, donde ya me esperaban mi profe, mis compañeras y nuestro anfitrion. Mientras avanzaba hacia ellos observé de reojo todas las mesas. Unos 30 muchachos de entre 18 y 25 años. Chicos con preparación al sacerdocio. Y yo, caminando ahí como en cámara lenta con pensamientos encontrados: ¿qué hacía en ese lugar un asqueroso homosexual, sólitario, sin amor y cogelón? La reina de las contradicciones. El mayor de los pecadores caminaba en medio de todos éstos efebos de almas puras, quienes precisamente acababan de renovar sus 3 votos: castidad, pobreza y obediencia. Un orgulloso ciudadano de Sodoma y Gomorra, quien recién había visitado una orgía de gays y traía el estigma de “PUTA MUERI” en su carruaje del averno se dirigía a una de las mesas a comer de sus alimentos.
Me senté. Saludé y ofrecí disculpas. La charla, obviamente giró sobre el lugar y sacerdocio de “A” (nuestro anfitrión y quien por obvias razones mejor omito su nombre; disculpen, sería injusto para él que lo relacionaran con un puto y pecador como su servidor).
Me agradó la forma en que “A” nos demostró el pensamiento de apertura que rige actualmente a congregaciones católicas. En las mesas, los jóvenes bromeaban, se llamaban por apodos, reían y demás. Nada que ver con la idea que yo tenía de esos lugares, que era algo solemne, y que consumían sus alimentos en el mayor de los silencios y respeto. “A” nos dijo incluso que tienen tal apertura, que no comparten las políticas de Benedicto XVI, pues tiene pensamiento conservador y retrograda; y que en cambio, congregaciones como la suya, admiten y no prejuzgan sobre temas como la unión libre, el aborto y... el homosexualismo.
Comimos. No le piden nada a cualquiera de esos restaurantes para oficinistas que ofrecen “menu ejecutivo”. Comí caldo de camarón, ensalada de verduras con aderezo mil islas, arroz cocido con verduras y filete de pescado empapelado. De postre me esperaba una cubetota “Nestlé” de helado napolitano y café expreso. La mayor parte de la charla, y para practicar el idioma, lo hicimos en francés. Yo mismo me sorprendo de los avances que he tenido. Me he soltado mucho y puedo llevar una conversación sencilla.
Al terminar de comer, “A” llamó a sus hermanos quienes se acercaron a la mesa para presentarse. Algunos chilangos, otros de provincia. Mis amigas y mi profesora (y yo para mis adentros) a modo de broma voltearon a ver al crucifijo a nuestras espaldas, y pidieron a Dios no convertir a dos que tres de esos chicos en sacerdotes, ya que... sí, estaban BASTANTE guapos. “A” sonrió. Uno de ellos, de los “Altos” de Jalisco, rubio, muy guapo, vestía bermudas y sandalias. De reojo vi sus güeritos vellitos de las piernas, y pensamientos muy bajos (bajos en el sentido de referencia a asus organos genitales) me invadieron. Por enésima ocasión, me sentí culpable de comer ahí con ellos.
Los muchachos se despidieron y “A” procedió a darnos un tour por el lugar. Parecía un gran hotel con un gran patio de escuela, una capilla, y una biblioteca con cerca de 30,000 libros (algunos de ellos ¡del siglo XVIII!), de hecho éste lugar nos dejó boquiabiertos. Ya para entonces, eran las 5.30 PM.
Un mensaje de texto a mi celular distrajo mi atención del tour: un muchacho a quien había conocido en el chat entre semana, me estaba invitando a su casa por los rumbos de San Ángel. Accedí y me despedí. De cualquier forma ya me sentía incómodo, como lo he dicho desde el principio, un lugar como esos no merecía que un asqueroso impío como yo, estuviera ensuciando el sagrado recinto con mis pecadores pasos.
Partí pues a San Ángel con cogelísticas intenciones. Cuál sería mi frustración al final de la noche, cuando al llegar y notar que evidentemente no le gusté al muchacho (un tipo fresa muy agradable de 25 años de edad), nos pusimos a platicar cerca de 4 horas, con 2 botellas de vino tinto de por medio, y cafés de “Starbucks” que fue donde terminamos al salir de su casa, cuando llegó su mamá y a quien saludé de beso by the way. Cerca de las 10 de la noche, lo llevé a su casa, se bajó y como con todos esos contactos, me ha bloqueado en su messenger.
Un día muy inusual, y como ya lo dije, un recordatorio de que alguna vez fui un hombre de bien.
¿En qué momento me eché a perder?
Thursday, March 23, 2006
Han pasado dos días desde que un hijo de puta rayó mi coche. En virtud de que no puedo desquitarme con él, he decidido hacer lo mismo. Rayar un automóvil. El más lujoso, nuevo y brilloso que halle. Tomaré una corcholata y lo haré. Será el efecto “Ringu”, filme japonés de la cuál salió el remake “El Aro”, donde la única forma de salvarse de una muerte segura a los 7 días de haber visto un video maldito, es mostrando precisamente el mismo video a otra persona. Una especie de “cadenita” maldita. Así será lo que haga con los autos. Es más, quizá ese hijo de puta rayó mi auto en venganza de que le rayaron el suyo.
En lo que llega el momento en que raye el afortunado vehículo, he decidido defogarme sexualmente de la forma más ansiosa posible. No obstante mi intento fallido de tener algún encuentro sexual en la orgy-fiesta esa que ya conté, no me di por vencido y cogí con un muchacho, a quien conocí en un chat. Tiene 26 años, mercadólogo, domina el alemán, considera que las maestrías sólo sirven si se hacen en el extranjero, también odia al Peje y siempre me está presumiendo que por su trabajo viaja mucho a Europa. Si yo soy o era de clóset, éste me gana; es más paranoico que yo y por ende, más discreto.
Hicimos algo que nunca hago: fuimos a un hotel que queda sobre Circuíto Interior. Muy pequeño, pero lleno de gays. Yo entré muy quitado de la pena. Él procuraba esconderse hasta de los espíritus chocarreros. Llevaba consigo una maletita, donde llevaba ¡ropa para dormir! Sí. Incluso llevaba sus sandalias, shampoo, jabón y toalla. Recién entramos, se desvistió y se dio un baño. Yo me acosté y puse la televisión. Cartoon Network. Mientras él se bañaba, yo me carcajeaba viendo “Dexter’s Lab”. Algo bizarro si tomamos en cuenta que 20 minutos después me darían la cogida de mi vida.
Cuando salió, lo emulé y me bañé también. Cuando salí él estaba ahí, en playera y bermudas. Justo con el tipo de ropa con que duerme. Yo ya ni me vestí, me recosté a su lado y platicamos largo rato, tanto que creí que ya no haríamos nada, así que lo desvestí y me le fui encima a besos. Como ya lo había advertido, necesitaba desfogarme sexualmente. Necesitaba desquitar todos mis días previos de mala racha con el mejor de los orgasmos. Así que sucedió algo increíble: me porté como una verdadera puta. Nunca lo hago: le hice sexo oral, como a nadie nunca se lo había hecho. Oh Dios, cómo disfrute su miembro en mi boca. Lo mejor de todo es que se lo hice por largos minutos. El tipo hacia gestos de verdadero placer. Tomé entonces un condón y se lo puse; y lubricante y ¡me lo puse! ¡Sí! Ésto es lo más increíble: fui el pasivo... el bottom... el dominado... la putísima pues. Muy muy rara vez lo hago. De hecho ha sido muy pocas veces pues soy una persona muy, digamos, “estrecha”, para que me entiendan. Pero esa noche yo mismo me sorprendí. No tuve problema alguno, y practiqué como tal, posiciones sexuales que jamás hubiera intentado o imaginado.
Y así, pasamos largos minutos. Ambos tuvimos nuestros merecidos orgasmos.
Él se volvió a bañar. Yo sólamente me lavé. Me esperaba una cena con una amiga quien dijo tener que verme para contarme algunos chismes.
Partimos del hotel. Me despedí. Dijo haberlo disfrutado mucho. No sé si lo dijo en serio, pero a mí sí me encantó. Era lo que necesitaba. Lo que me hacía falta. Sólo falta que le tome el gusto y me convierta en “Mr. Bottom” de ahora en adelante. Me sentí tan satisfecho que creo comenzar a entender a esos cogelones sin sentimiento: van a lo que van, no necesitan enamorarse y se desfogan sin miramientos. Creo que es lo que debo hacer. Lo haré de hecho.
Ya en camino, le di un raid a su casa en la Colonia Del Valle. Se bajó y antes de irse volteó, sonrió y me dijo “Gracias Luis”.
Se fue.
Es la primera vez que percibo, que alguien, de todo corazón, me da las gracias después de coger.
...
Gracias a tí.
Wednesday, March 22, 2006
Ok. Lo admito. He escrito de todo últimamente en éste diario, pero no he hablado de mi vida sexual como lo había venido haciendo. Titulé éste post como “Sex & the rencor social” a modo de trilogía (no sé si a modo de cierre de aventuras sexuales bizarras), en el entendido de que en meses (o años) previos, había escrito una aventura sexual que bauticé como “Sex & the cómics” (y que curiosamente generó fans lectores de éste blog), y otra llamada “Sex & the Amores Perros”. Aventuras sexuales fuera de lo común y en las que estuvieron respectivamente inmiscuidas cuestiones que tenían que ver con personajes de cómics, así como un depa que sirvió para locación de un filme famoso aquí en México.
Ésta ocasión la aventura sexual en que me vi inmerso, tuvo un descenlace bastante, mmmm, ojete, por llamarle lo menos.
Todo comenzó cuando me llegó un e-mail donde un grupo de organizadores de orgías sexuales, hacían una invitación comunitaria a una fiesta llamada “Red Hot Party”, en un depa en la devaluada Zona Rosa, y yo, pues digamos, con varios días de abstinencia sexual, y con MUY mala suerte para ligar en mis previas visitas a un bar fresa (no me extraña tomando en cuenta que soy feo, pero según yo me estoy poniendo buenón gracias al spinning y mucho gym), decidí acudir aprovechando además que estábamos en puente y todo el DF abandonado y sin tráfico. Algo así como un desfogue sexual que serviría además para matar la insoportable levedad del puente.
Llegué al lugar. Pagué 100 pesos. Me pusieron una pulserita con un número, me dieron una bolsa y me pidieron desvestirme. Lo hice. Quedé en simples calzoncillos. Los tipos que estaban tras la improvisada recepción y frente a una computadora, me vieron de tal forma que me sentí una adolescente pura y virginal siendo violada con la mirada lasciva de un lobo de “Caperucita Roja”. No niego que sentí algo de pena, pero al mismo tiempo me sentí bien sabiendo que el gym estaba pagando finalmente. Sonrieron y me dijeron que tenía que desnudarme completito. Yo, de facilote, lo hice. Quedé así completamente encuerado. Me dieron entonces dos pequeños paliacates que estaban amarrados a modo de “taparrabos”. Me los puse y quedé así como una especie de aborígen de la selva. Me dieron la bienvenida, me regalaron 3 condones y me permitieron pasar al recinto.
Adentro, un depa muy grande, de 3 pisos y con luz bastante ténue. De inmediato vi cuerpos desnudos ir y venir. Algunos pidiendo algo de beber en la barra. Otros recargados en los barandales de las escaleras. Subí al primer descanso de las escaleras, donde había una recámara con luz negra. En medio había una cama matrimonial. Vi mucha gente alrededor. Me acerqué. 3 tipos estaban follando de lo más lindo. Otros alrededor, se masturbaban y/o se besaban. Mi erección fue inmediata. Estoy seguro se debió a mi falta de sexo en muchos días y semanas de anterioridad. Me retiré para seguir conociendo el lugar, sólo que caminaba con tremenda erección que se asomaba por el paliacate que dizque me estaba cubriendo. Cuando pasé en el estrecho pasillo en cuyas orillas habían varios muchachos esperando o platicando, sentí varias manos que me sobaron las nalgas o me frotaron la punta de mi miembro. Caminé más rápido. Subí a otro entrepiso; había un cuarto con sillones y un monitor donde se mostraban videos pornográficos. Un par de sujetos estaban fajando. Seguí mi camino. Llegué al último piso, otro cuarto con un sillón y otra cama, pero casi a obscuras. Estaba lleno y hacía mucho calor. Alcancé a ver grupos de personas teniendo sexo o practicando sexo oral.
Estuve así caminando de un lado a otro, de perfecto vouyerista. Alimentando mi mente de imagenes muy cachondas. Masturbándome sin siquiera tocar mi miembro, mismo que no dejó de estar erecto en ningún momento. Me gustaron varios muchachos. Obviamente ninguno me peló (faltaba menos); los únicos que se me acercaban con evidentes intenciones folladeras, eran tipos que a mí no me atraían físicamente: señores ya grandes, gorditos, velludos tipo “oso” o flacuchos afeminados; y los guapos, jóvenes atléticos, carismáticos, varoniles, ni me voltearon a ver. Fue tal mi coraje al rechazo que preferí masturbarme mientras veía follar a dos de esos guapates. Uno de ellos alto, de 1.80 aproximadamente, atlético, velludo y de barba cerrada, estaba penetrando a otro, guapillo, quizá no de super cuerpo, pero de cara bonita y sexy. La imagen hubiera sido perfecta de no ser porque el guapo que lo cogía, usaba gorra. ¿Porqué coños usan gorra? ¿No ven que es lo más naco y antisexy que puede haber? Hay momentos para usarla: un picnic, un paseo dominical bajo el sol, o ya exagerando, al hacer pesas en el gym, pero ¿follando? ¿y... a obscuras? Pero como dijo el indito: “No le aunque”, el verlos follar, a un metro de mi me provocó tal excitación que eyaculé delicioso. Yo, solito, autoplacer, sin ayuda. Ignoro dónde fue a caer o salpicar mi semen. Yo simplemente inundado en culpa, fui al baño, me lavé y salí del lugar. Me cambié en dos patadas, devolví los condones y dije “adiós”.
Cinco minutos después estaba yo caminando hacia mi coche. Lo había dejado a una cuadra del “Ángel de la Independencia”. Antes de subir, algo me hizo revisarlo. Fue cuando una rabia inmediata corrió por mi piel: Álguien, un rencoroso social, había rayado la cajuela de mi coche. Y lo había hecho con tremenda saña. A todo lo largo. Groserías. Escribió en letras que podrían verse perfectamente desde un satelite artificial en la atmósfera las palabras “PUTA MUERI”. La aparente letra “I” de “MUERI” estoy seguro era el palito de la “E” y había querido escribir “MUERE” o “MUERETE”. Releí la frase varias veces al tiempo que de tan enojado pateaba las llantas y daba manotazos sobre la cajuela. Pudo haber sido con una llave, pero todo apunta a que fue con una corcholata, ya que las “heridas” sobre la pintura, son profundas.
Subí a mi automóvil. Golpeé el volante. Grité de coraje. Conduje a mi casa y de tan enojado, en el trayecto estuve a punto de chocar unas 3 ocasiones. La palabra “Puta” es la que más traía grabada. Digo, sé que soy puto, pero ¡no puta! Precisamente acababa de salir de una orgía de putos, ¡pero no de putas! Al llegar a casa bajé del coche, y antes de estacionarlo me recargué en el toldo del coche. Fue entonces cuando la rabia volvió a recorrer cada uno de los putos vellitos de mi piel: sobre el toldo y muy cerca del quemacocos, el rencoroso social también hizo de las suyas escribiendo a todo lo largo, y con letras aún más grandes, la palabra “PUTA”. ¡Puta! ¡por segunda ocasión!
Golpeé el toldo. Quería destrozar mi propio auto. Un verdadero hijo de puta cobarde que sólo hace eso en coches cuando los dueños no están, me había escrito semejantes palabras.
Entré a casa. Guardé el coche. Entré en la sala y me senté en el sofá. Abrí una botella de tequila y lo que nunca: comencé a beber directamente de la botella. Poco a poco el coraje me fue bajando. Me emborraché demasiado rápido. Comencé a llorar. Yo, un tipete vomitado en éste planeta, había ido a buscar sexo en una orgía; ni siquiera así lo había conseguido; ni mis marcadas piernas ni mis musculosos bíceps ni pectorales, ni mi muy grande y erecto pito habían conseguido enamorar a los tipos que a MÍ me gustaron y atrajeron. ¿Porqué no me pelaron? ¿Qué les quitaba que les frotara tantito las nalgas? Total, ¡no iba a casarme con ellos! ¡a eso se va a esos lugares! Un tipete como yo, mala suerte, feo y escupido en el universo, había tenido pues su castigo: un ángel vengador había rayado mi automóvil, y justo con palabras que aplicaban para el caso: “Puta”.
Ese es mi castigo. La vida es injusta. No le basta con hacerme sufrir no teniendo amor ni a quien amar ni sentirme amado por alguien. Ahora tampoco quiere que ande de cogelón. ¿Qué le importa? ¡Quiere que esté en la soledad! Y si le llevo la contra, enviará a un ángel para blandir su espada (rayar con una corcholata) sobre mi o algo de mi pertenencia.
Los últimos 3 días han habido entonces 3 ángeles muy variados: el primero, un ángel que me hizo un ratito de compañía en un antro gay y me cuido para no seguir emborrachándome; el segundo, un angelito de año y medio que se durmió en mis brazos, para recordarme con tintes macabros, que mi vida ha sido un desperdicio viviente; y hoy, el tercero, un ángel rencoroso social. ¡Hijo de puta!
¿Porqué?
¿Porqué?
¿Porqué?
Maldita sea.
Monday, March 20, 2006
Medio mundo hizo “puente”. En la oficina nos dieron opción a faltar pero tomando el día a cuenta de vacaciones, o ir pero medio día. Todos dijimos que faltaríamos, pero a la mera hora, ahí estábamos todos, incluso, en fachas. Llegamos todos muy tarde, en jeans, y prácticamente platicamos esperando que dieran las dos de la tarde. No es que estuvieramos de perfectos huevones. Simplemente, no había trabajo. Ni en los tribunales hubieron labores.
Cuando llegué, un espectrito se me cruzó en el camino. Era el hijo de una de mis pasantes. Se siente muy abogada, pero para mí sigue siendo pasante. Ya tiene cédula, pero la experiencia que me han brindado 12 años en Juzgados, no se adquiere con una cédula. Por ende, seguirá siendo pasante hasta que se le baje la soberbia.
Su niño, de año y medio, ya da sus primeros pasos, por eso dije que se cruzó en mi camino. Muy sonriente se detuvo a verme. No estaba mi pasante, así que lo que hice a continuación, juro fue de todo corazón y sin pretensiones: lo cargué. El niño accedió y estuvo en mis brazos sin oponer resistencia. Lo llevé a mi oficina. Me senté en mi escritorio, encendí mi computadora y chequé documentos. Todo con el niño en mis piernas. Muy calladito y observador. Ojalá así fueran todos los niños.
A los pocos minutos, vi tras los cristales de las ventanas, que secretarias, pasantes y el otro abogado, me observaban y hacian comentarios. Reían. Claro. Nadie jamás hubiera imaginado verme como todo un papá. Entraron pues. Comenzamos a platicar. Me dijeron que me caería bien la paternidad. Mientras platicàbamos, el niño poco a poco fue sucumbiendo al sueño, hasta que quedó completamente dormido en mis brazos. Mi pasante quiso entonces ayudarme y cargarlo. Se lo impedí. Le dije que estaba bien y nada incómodo.
Quise disfrutar el momento. De hecho salieron y me dejaron ahí. Me quedé dizque trabajando en la computadora con el niño dormidito en mis brazos y pierna, pero la verdad es que recordé todo el proceso de vida del niño. Recordé cuando incluso mi pasante era aún soltera, andaba con su entonces novio. Se casaron, se fueron a Canadá de vacaciones. Estuvo ella un año muy preocupada porque no podía tener bebés. Incluso tuvo un aborto, dizque secreto, pero en las oficinas todo se sabe. Finalmente nació el bebé, creció, y ahí estaba conmigo, de año y medio, dormidito sin dar ninguna lata. ¿Será más bien que el que no le daba lata era yo y por eso se sintió cómodo y libre para quedarse dormido en mis brazos?
Tras todos esos recuerdos y viendo al niño, me di cuenta que la vida se va y vuela. 4 años desde todo el recuento. 4 años en que mi pasante ha ido creciendo y viviendo el ciclo de vida. 4 años en que ha cumplido sus sueños. 4 años y ya dio vida al angelito en mis brazos.
Y yo en mi letargo. Sin ir para atrás ni para adelante. 4 años de vida desperdiciada.
4 años sin vivir.
Media hora después mi pasante cargó al niño y lo llevo consigo.
Y ahí me quedé yo.
Sólo.
Como siempre.
Sunday, March 19, 2006
Comenzó a las 7 AM, hora en que me levanté para ir al gym; una hora de spinning y una de pesas y abdominales (¡se me está marcando el abdómen!). Terminó a las 5.30 AM del ya domingo, hora en que me acosté, bastante jarra y llore y llore.
Pero bueno, vayamos por partes:
- 10.30 AM. Desayuno de cumpleaños en casa de mis tías. Vi a mis primos y sus respectivas esposas/novia. Al mediodía, pusieron el karaoke. Mi tío nos invitó tequila. Raro hubiera sido en él que no nos invitara. Aproveché para mostrar las fotos que traigo en mi iPod a mis primos. A las 2 PM partí.
- 3 PM. Llegué al “Melee” de Polanco. Al cumpleaños de mi tío. Mi prima Faby y yo nos abrazamos muy contentos. Ella doblemente felíz pues ha regresado con su novio, Marco, quien estaba ahí presente. Era una mesa redonda y grande. Cuando llegué ya rolaba el alcohol. Cognac para ser más exacto. Me dio gusto ver a los hermanos de mi tío, a quienes no veía desde hace unos 10 años (cuando él se divorció de mi tía y nos separamos por algún tiempo). Durante la comida nos tomamos 3 botellas de cognac. Estuve contando muchos chistes. Me da gusto ver cuando la gente ríe con ellos. De postre me comí un delicioso “Creme Brulée” con un plato por separado de moras, fresas y zarzamoras. De regalo a mi tío, mi prima le compró boletos de avión para París. Me lograron sonsacar. Iré con ellos en septiembre. Lo decidí también pues lo más seguro es que en diciembre, cuando el Peje llegue al poder, se venga una horrible devaluación de la moneda, así que viajar al extranjero será imposible. A las 7 PM partimos del lugar para dirigirnos a su casa a seguir el festejo.
- 8 PM. Casa de mi prima. Mi tío sacó otra botella de cognac (la cuarta de la noche). Pusimos un DVD de Robbie Williams en concierto. Mi tío estaba muy contento, pero más lo estaba por mí. Cuando lo dijo, me extrañé. El motivo es que Faby le confesó a él y a Marco el asunto de mi sexualidad. Mi tío, a quien quiero mucho y conozco desde que tenía yo unos 6 años, me abrazó y me brindó todo su apoyo. Al igual que algunas otras personas que también saben de mi, me pidió le presentara a mi novio, “¿O es que no tienes actualmente?” El alcohol en mi sangre y el momento tan sensible, me hicieron llorar. Le dije lo que todos saben, que no tengo, que jamás he tenido, y que estoy resignado como la muerte de un ser querido, a que nunca tendré. Me dijo entonces lo que también todos me dicen: “No digas eso, es que no ha llegado el adecuado. Te va a llegar solito”. As if! A las 11 PM nos terminamos la botella. Estaba yo muy jarra. Me despedí y me fui.
- Medianoche. Iba manejando a casa, jarra. De hecho nunca había manejado a ese nivel de alcohol. Reflexioné y decidí ir al mismo lugar donde un vampirito güerito me acababa de hacer hace un par de semanas una herida en mi pito: “Boy Bar”. La experiencia sería distinta, pues había estado consumiendo alcohol desde el mediodía. Llegar ahí jarra quizá me mostraría muy deshinibido y podría presentarme con todos los tipos del lugar. Entré e hice algo que tampoco nunca hago: dejé en la barra una identificación y mi tarjeta de crédito. Lo dije, mi intención era seguir la jarra. Así lo hice. Durante toda la noche consumí mucha cerveza y tequila en “palomas”. Estuve de un lado al otro. De la zona disco al bar lounge, o al sótano con strippers y videos porno. A las 2.30 AM estaba ya MUY borracho. La tentación me venció y me dirigí de nueva cuenta al dark room, donde el vampirito había hecho de las suyas (¿qué hubiera hecho si me lo hubiera encontrado de nuevo? ¿darle de comer ajo, echarle agua bendita o sacarlo a los primeros rayos del amanecer para que se desintegrara?). No entré por completo. Me quedé en la zona en que aún entra luz del exterior. Lo tenue y lo boracho me hicieron entrar en fase de mareo, de “volantín”. Fue entonces que se me acercó un muchacho. Guapo, rapado. Me abrazó y me besó en la boca. Notó que estab yo muy borracho así que no siguió. En cambio, me abrazó y me preguntó si estaba yo bien. Me preguntío si iba sólo. Le dije que sí. Me abrazó de nuevo y me regañó diciéndome que nunca me pusiera así cuando fuera sólo a algún sitio como esos. Revisó mi pantalón y tanteó mi billetera y celular. Me regañó de nueva cuenta por meterme ahí con dichos objetos. Me llevó a un rincón, y como si fuera yo un niño con mucha falta de amor, me abrazó y acurrucó mi cabeza en su hombro. Así me quedé mucho, mucho tiempo. Ocurrió lo impensable. Me hizo sentir tan bien que me puse a llorar. Dejé su camisa literalmente hecha un paño de lágrimas. Me preguntaba a cada rato qué tenía, que le contara mis penas. No lo hice. Seguí llorando. Y así, dieron las 4 AM. Los dueños del lugar quitaron la música y prendieron las luces del lugar, para corrernos. Llegaron dos tipos, amigos del peloncín. Me los presentó pero yo ni los recuerdo a decir verdad. Me acompañó al valet parking donde pedí mi coche y se quedó conmigo esperando a que me lo entregaran. Lo trajeron. Hubo momentos en que me pidió que mejor no manejara. “¿Se te ocurre otra solución?” le dije. Respondió negativamente. Digo, lo comprendo. Una cosa es que se viera buena onda, como angelito protector de un estúpido como yo, pero tampoco iba a resolver el problema de mi irresponsabilidad al manejar borracho.
Nos despedimos. Como ángel que es, desapareció y jamás lo volveré a ver.
- 4.30 AM. Conducí a casa. Es la primera vez en mi vida que conduzo así de borracho. Puse mi iPod. Escogí una lista de reproducción al azar: “La Dúrcal”. Una lista con canciones de Rocío Dúrcal que armé hace tiempo. El coche conducía zigzagueante con música ranchera de desamor en su interior. Seguí llorando. El destino es macabro. Pensar que una semana más tarde, la gran Rocío Dúrcal moriría de cáncer.
- 5 AM. Llegué a casa. Me senté en mi cama sin acostarme. Seguí llorando. Así me dieron las 5.30 de la mañana en que, como si fuera un cadaver, fui cayendo lentamente sobre mi costado en la cama sin destender. Así me quedé, hasta que amaneció
...
Qué rico es el alcohol.
Qué triste es la vida.
Friday, March 17, 2006
Últimamente he disfrutado con placer los malos ratos que he hecho pasar a desconocidos. Los “ligo” en Internet, platico con ellos en charla muy cachonda, les muestro fotos mías FALSAS, y los brutos se la creen. Claro, escojo para ello a tipos guapos, mamados y muy fresas. Ya que los he convencido, acceden a un encuentro sexual. Los cito en algún lugar procurando que el punto de reunion sea en cualquiera que a ellos les quede demasiado lejos.
¡Ja! Nunca voy. Los dejo deliberadamente plantados. Las mentadas de madre no se hacen esperar. Me envían mensajes a mi celular, a mi página en “www.manhunt.net”, o a mi e-mail. No me molesta en lo más mínimo. El saber que estuvieron esperando a una falacia, paga con satisfacción cualquier insulto de su parte. Además ¿porqué habría de preocuparme una mentada de un desconocido? ¡Incluso estoy haciéndoles un favor! Pendejos. Son unos desagradecidos. Para que aprendan a no confiar en desconocidos. Antes que digan que les ha salido barato. Podría haberles tocado un verdadero loco que los cita, los viola, los tortura y los mata (perdón, aún traigo fresca en mi memoria la película “Hostal”).
Yo simple y sencillamente, los dejo modestamente plantados.
Ingratos.
Tuesday, March 14, 2006
Cuando no voy sólo al cine, lo hago con mi amiga Alejandra. Éste fin de semana me llamó para que fueramos. Accedí, a pesar de que realmente no tenía ganas (ni de ir al cine ni de hacer nada). Era tal mi apatía que fui muy fachoso: sin rasurarme, no me bañé, me puse unos jeans bastante sucios, una camisa azul de seda de manga corta (pero muy maltratada, al grado que hasta tiene una quemadura de cigarro que algún puto me hizo en un antro gay), y sandalias flip-flops.
Llegué muy puntual, y para mi sopresa, Alejandra aún no llegaba (me extrañó pues ella es siempre muy puntual). No obstante, me sorprendió que “por accidente” estaba ahí una amiga mutua (de Ale y mía). Fingió sorpresa “¿José Luis? ¿y ‘ora tú qué haciendo aquí?”. Nos saludamos. Iba ella vestida a todo lo contrario que yo, es decir, quizá no muy formal, pero sí no-en-fachas. Igualmente, y más no-en-fachas que ella, su sobrino. Un muchacho como de 1.90 mts. de estatura, moreno, MUY guapo. Me lo presentó. Se llama Israel, y cuando me dijo el típico “Israel, mucho gusto”, noté que su voz era masculina, grave, fresa, digna de un comentarista de radio. Vestía jeans, zapatos cafés, una chamarra de piel y alcancé a oler su perfume. Nada fachoso. Hasta pena me dio.
Platiqué un rato con mi amiga, le dije que Alejandra iba en camino. Se hízo la sorprendida. De pronto, le dieron oportunas ganas de ir al baño. Nos dejó sólos a Israel y a mi. A pesar de que me pareció sumamente atractivo, procuré no charlar nada. Hice como que buscaba a Alejandra. Me dio pena mi semejante facha. Fue entonces que me cayó el veinte. Alguna vez Alejandra me había ya comentado que nuestra amiga tenía un sobrino que hacía spots para radio, muy guapo y que era gay. ¡Era él! Caí en cuenta también que no era accidente que mi amiga estuviera ahí, en el mismo cine, a la misma hora. Era evidente que Ale y ella se habían puesto de acuerdo para presentarnos a Israel y a mí (máxime que Alejandra ya me había contado que un día antes había comido con nuestra amiga).
Comencé de refunfuñón. ¿Como es posible que para blind dates que he tenido al conocer a ineptos del Internet, me he vestido muy formal y pretenciosamente galán, pero ésta ocasión que mis amigas me presentaban a alguien con “cupidezcas” intenciones, iba yo vestido en semejantes fachas?
Eso se llama nuevamente la Ley del puto Murphy.
Finalmente Alejandra llegó, y cuando vio a nuestra amiga, ambas hicieron precisa y exactamente lo que esperé: fingieron cara de “¿Tú? ¿aquí? ¿cómo? ¡qué coincidencia!”.
Entramos finalmente al cine. Ya adentro, escogí mi asiento, justo como siempre, en el pasillo, para poder subir mis pies a los tubos. Procuré que Alejandra se sentara a mi lado, pero hizo todo lo contrario, se fue al final del cuarto asiento. A un lado de ella nuestra mutua amiga, y entre ésta y yo quedó Israel, a mi lado. A los dos minutos, el Cupido en ellas afloró nuevamente. Nuestra amiga fingió que su asiento estaba manchado de refresco así que tanto ella como Alejandra se incorporaron y recorrieron un asiento. Quedamos así sólos Israel y yo.
Intenté hacer charla, lo vi escribiendo un mensaje de texto en su celular, así que comenté acerca de los marca Nokia. Me lo mostró. En la pantalla tenía una foto de mamados y bellos modelos de Calvin Klein con torsos desnudos. En efecto, no me quedaba duda que era el sobrino gay del que ya me habían hablado. También platiqué un poco sobre la película que comenzaría en unos minutos: “Hostal”.
El filme inició. Permanecimos en silencio. La película resultó ser algo enfermizo, gore y violento, sacado de la mente de un director y guionista verdaderamente enfermos. Para haber sido una cita cinera, de amigas Cupidos, todo resultó en nuestra contra: un filme de terror freak, y un José Luis fachoso y sucio. Nada que ver con las citas de típidos Cupidos: los “flechados” vestidos muy formales, regalándose ramos de flores y una caja de chocolates con forma de corazón, y algún restaurante o una película de amor de Julia Roberts estilo “Notting Hill” en el cine.
Al salir la charla giró en los sustos y brincos que dimos. Israel dijo odiarla. Yo comenté que no la volvería a ver (tomando en cuenta que he visto “Irreversible” como 5 veces, y eso que la consideraba muy violenta). Ellas callaron y nos veían. La platica redundante en “Hostal” duró hasta que llegamos al estacionamiento. Nos despedimos con un a-huevo “Mucho gusto”. Subí a mi coche y me fui.
Ignoro si Israel sabía que iba al cine porque iban a presentarlo conmigo y si por ello iba vestido tan galán, o si siempre se viste así.
Me queda claro que aunque alguna vez pensé que conocería a alguien por accidente y siendo presentado por recíprocos conocidos, he corroborado que tampoco así será.
Agradezco a Ale y nuestra mutua amiga el intento.
Creo que ignoran que mi mala estrella me persigue.
Gracias de todas formas.
No tengo remedio.
Saturday, March 11, 2006
Mi secretaria es una huevona. Hace 4 días un automóvil le dio un golpe al de ella por detrás. Mi secre anduvo los 3 días posteriores como si nada. Fue al médico y “asegún” tuvo un esguince cervical y le dieron incapacidad de 3 semanas. ¡Claro! Y yo me chupo el dedo. Cuando yo choqué por allá en 2003, mi “Fiesta” quedó verdaderamente destruido, yo incluso ensangrentado y con un efectivo esguince cervical, pero mi sentido de responsabilidad me hizo faltar únicamente una semana, a pesar de que el fisioterapéuta (o fisoterapeuta, ahorita me vale un comino cómo se escriba).
Con eso arranqué mi día. Pinche huevona.
Además vengo convaleciente de la herida de mi pito. Ando con cuidados no obstante que increíblemente ya no tengo dolor y todo pareciera como si jamás hubiera pasado nada.
Estaba yo echando madres cuando mi pasante me dejó una llamada “Te llaman de servicio al cliente, de MacDonald’s”. No recordé acerca del incidente de hacía unas semanas en que me quejé por el mal trato (ya lo apunté en el diario de hecho, en posts previos). Una fulana muy amable me pidió le repitiera los sucesos pero de viva voz. Dijo que ya habían tenido noticia de lo acontecido precisamente por mis quejas por escrito de esa misma noche. Me comentó (cosa que quizá jamás me constará) que le levantarían un acta administrativa al gerentito naco y que evaluarían la posibilidad de despedirlo. Igualmente se disculpó sobremanera en nombre del corporativo “MacDonald’s”. ¡Ja! Como diría Alicia Silverstone en la película “Clueless”: “As if!”, como si lo dijeran en serio. Ganas no me faltaron de decirle que sus hamburguesas sabor a rata de caño, son un asco, que prefiero “Burger King” pero que esa noche era tanta mi hambre que no me quedó de otra más que pararme en el negocio de la “M” amarilla. Pero no lo hice. La fulanita con voz de típica niña linda de Bosques de las Lomas, me lo impidó. Estoy seguro que le da lo mismo que fulanetes como yo hablemos pestes de su empresa patrona.
Di las gracias y colgué. Lo hice con cierta sonrisa macabra. Parte de mí estaba alegre y satisfecha de saber que yo, un tipete feo, mala-suerte, venido a menos y escupido en el planeta hace 35 años, podría ser responsable del despido de otro tipete feo, mala-suerte, venido a menos y escupido en el planeta hace 23 años aproximadamente (es la edad que calculé al gerentito de esa sucursal de MacDonald’s).
Ese insignificante evento hizo que el saber sobre la ausencia de mi huevona secretaria, y de mi pito recién ensartado con una aguja de jeringa de insulina, fueran más llevaderos.
He encontrado que fastidiarle la vida a un tercero, puede ser bastante gratificante.
Thursday, March 09, 2006
“Boy bar”. Es el nombre del bar para “boys”. Valga la rebuznancia. Decidí ir para emborracharme. Para evadirme.
La combinación de alcohol, depresión y muchos muchachos guapos, no es nada recomendable. Ahí estaba yo, pidiendo cervezas y uno que otro tequila. Tarjetazo. No me asombra que esté endeudado hasta los huevos. Intentaba caerle bien a la gente. Así que fingía bailar en mi lugar. También fingí sonreír. Supongo me parecía a “Wednesday”, el personaje que hizo la actríz Christina Ricci en “The Adams Family 2”, cuando están en un campamento y tiene que fingir una sonrisa para evitar ser expulsada.
Pero todo fue en vano. Nadie se me acercó. Nadie quiso platicar, y que conste que yo me acercaba a saludar. Respondían el saludo más por compromiso, pero de inmediato tomaban su bebida, se daban la vuelta y se retiraban. ¿Porqué? Sé que soy muy feo, pero juro que he hecho mi esfuerzo. De hecho hoy más que nunca es cuando mejores resultados he tenido en el gym. ¡Se me está marcando el abdomen! Pero nada de eso sirve cuando, como decía mi abuela, uno es un “cara-culo” (cara de culo... ooops, muy feo, pues).
Y así me dieron las 4 de la mañana. Estaba ya demasiado borracho, al grado que casi me caigo de las escaleras en un resbalón. Entré a un dark room que hay ahí. Vi a un muchacho güerito, bueno, dos muchachos güeritos... bueno, mejor dicho, eran varios güeritos. Estaban jarras también, razón por la cual sí me hicieron caso (hasta las 4 de la mañana, estando todos borrachos y en un dark room... ¿o qué? ¿creían que me íban a pelar en su juicio, a la luz del día, y en horas hábiles? ¿a un espantoso como yo? ¡Imposible!). Y para hacerle honor al dark room, uno de los güeritos, que supongo no pasaba de los 20 años, me comenzó a fajar. Hice lo mismo. A los dos minutos comenzó a hacerme sexo oral (a mamarmela, pues). Y a los dos minutos ¡me cortó la orilla del glande con sus “brackets”! Claramente sentí el fierro. Al momento sentí un tirón, e instintivamente, por reacción lógica al dolor saqué mi pito de su boca.
Error.
Lo que estaba atorado, salió a la fuerza. Sangró. Lo empujé. Al momento no sabía lo que pasaba. Creí que me había mordido, pero salimos a la luz y lo vi. En efecto. Tenía “brackets”. Parado en el marco de la puerta, y sin importarme que ya había luz y estaba en el paso y cruce de la gente, me revisé el pito. La orilla del glande, sangraba. Fui al baño, me lavé. Me dolía. Decidí pagar y retirarme. Busqué al vampirito güerito, pero obviamente, ya no estaba.
Ya manejando de regreso, sentía el pito dormido, como con hormigueo. Al llegar me revisé. En ese momento no vi la gran cosa, de hecho ya no sangraba. Además, seguía pedo. Me acosté.
A la mañana siguiente me dolía mucho. Me revisé de nuevo. Tomé alcohol, yodo, agua oxigenada. El ardor era de la chingada. La ropa me molestaba. Al bañarme, el agua que caía de la regadera, me rozaba la orillita del glande. ¡Dolor! Todo me molestaba.
Y así duré ¡3 días! Ya siendo miércoles, la molestia era insoportable. Fui pues con mi médico. Tuve que explicarle absolutamente todo. Yo con vergüenza. Él, fingiendo seriedad, pero era evidente que la aventura se le antojaba cómica y ridícula. Procedió a revisarme. A simple vista no vió nada, así que se puso sus lentes de aumento, de esos que se ponen en la frente y hasta foquito tienen. Conclusión: La cortada me había rebanado una pequeña parte de la orillita del glande. Muy pequeña, pero es el glande una de las partes del cuerpo con más terminales nerviosas. Ergo mi elevado dolor. Mi médico dijo pues: “Pues mira José Luis, esa rebanadita se te va a acabar cayendo. ¿En cuánto tiempo? No lo sé. Pero mientras tanto, te va a seguir doliendo y molestando. Te sugiero que mejor te la quite con el bisturí.”
No sería fácil Se requería una inyección de anestesia ¡en la cabeza del pito! “Pero no te preocupes, te inyecto con una jeringa de insulina, de las de agujita”. No me quedó de otra. Accedí.
A los 5 minutos, y yo, un fóbico de las inyecciones, sentí uno de los dolores más horribles de mi vida. Imagínense. Un piquete de aguja ¡en el pito! No siento pena decirlo: Grité. ¡Cuánto grité! Eso sí, al minuto sentí el pito completamente dormido. Me asomé a verlo. Estaba flácido, pero inflamado. Horrible. El doctor tomó pues unas pinzas y un bisturí. No sentí absolutamente nada. A los 5 segundos, me mostró en la punta de las pinzas, un exageradamente pequeño pedazito de piel. Parecía un “padrastro”, pero rojito y con sangre. La herida sangró. Y ahí estuvo el doc limpiándome con yodo. “Si no deja de sangrar, tendré que coserte un punto”. A esas alturas ni quejarme podía. Ya lo que sucediera, sería cosa de nada comparado con el piquetote. Afortunadamente no hubo necesidad. Ya no sangró. Colocó gasa con yodo en mi pito. Me recetó una pomada, un antibiótico y un analgésico. “Oiga doc, ¿y no es peligroso que me la hayan estado mamando y haya habido una cortada?”. El médico dijo que era una posibilidad en un millón que así fuera. Quizá me lo dijo para no detonar en mi una absurda paranoia. Dice que más bien, el que tendría algún riesgo, era el vampirito con brackets, pues el contacto de mi sangre con su mucosa de la boca, le representaría un riesgo (tomando en cuenta que yo tuviera alguna infección), y eso si hubiera habido sangre real en su boca, pero ni a eso llegó, pues las gotitas de sangre me salieron ya estando mi pito fuera de su hocico con dientes serrados (su boca, pues).
El chistesito me costó mil pesos sin contar los medicamentos. Debo sumar también al chistesito, los 800 pesos que me gasté de cover y cuenta en la peda en el antro, más 40 pesos de valet parking.
Y todo para nada. Todo para subrayar con crayón rojo (sangre de mi pito) mi soledad.
Al despedirme, el médico me dijo: “Tienes prohibido tener sexo durante 1 semana” (¡Ojalá tuviera tanta suerte!), y “José Luis, no andes ya así. Te lo he dicho muchas veces: consíguete una pareja”.
Oh Juan Manuel (es el nombre de mi médico), con qué facilidad lo dices. Como si se tratara de cortar una flor de algún jardín o cortar una manzana de algún huerto. Lo único que corté (o me cortaron), fue la cabeza de mi pito.
Y todo... por tratar de opacar tantito mi soledad.
Friday, March 03, 2006
Desde que arrancó el año me propuse escribir, escribir y escribir historias intentado llenar el cuadrito de “storyteller”. Y así ha sido. He padecido de un síndrome que mis amigos cineastas y yo hemos bautizado “diarrea creativa”: escribes mucho, todo lo que te viene a la mente, te sale creatividad escrita hasta por los codos, pero en realidad es pura mierda.
Así lo comprobé éstos días, cuando después de aplicarme casi todo febrero en escribir un guión de largometraje (y que conste que tenía mucho de no hacerlo e incluso había renunciado a hacerlo), al momento de leerlo frente a 20 personas, resultó ser una verdadera mierda. Qué digo mierda… ¡chorrillo! La mierda como quiera es sólida y la identificas. El chorrillo en cambio es tan líquido que no sabes ni siquiera distinguirlo de entre la verdadera mierda y un poco de orines, el chorrilo es pues… la caca mediocre.
Al terminar la lectura no pude ni defenderme. Contra semejante cagadota que me pusieron, callado me defendía mejor. Tomé pues el guión al llegar a casa y lo tiré a la basura.
Una idea abandonaba que aparentemente sonaba bien, pero que no tiene patas ni manos de donde tomarla para rescatarla y darle forma.
Lo que más feo sentí es que durante ese mes “creativo”, estuve tan aplicado en la mierda-historia que olvidé mi necesidad de encontrar el amor. Y ahora, que la historia descansa ya en la basura, la necesidad comienza a invadirme de nuevo. Lo feo del caso (con mi caso, todo tiende a ser cada vez más feo, no lo olviden) es que esa invasión se refleja en una extraña ansiedad. Me ha dado por tomar cosas y metermelas en la boca, morderlas. O tomo trozos de cinta adhesiva y las enredo en mis dedos. Otra manía es tomar los aritos que se desprenden de los taparoscas de los refrescos o botellas de agua. Los coloco en mis dedos, los juego.
Otro reflejo de la ansiedad es el llanto. Entré al “Palacio de Hierro” a ver DVDs, y pusieron música de amor. El estúpido loser de mi ¡se puso a llorar! Ahí delante de todos, como un vil mariquita. Al ir manejando, lo mismo. Cuando ayer estaba en mi oficina, y así sin motivo alguno, sucedió lo mismo. Cuando me levanté a las 6 AM y me dirigía al gym. Antes de entrar me tuve que limpiar bien los ojos. De nada sirvió pues a la media hora estaba llorando de nuevo. Haciendo yo curl de barra para el bícep, ahí en camiseta frente al espejo. Sudando la gota gorda admirando cómo se me botaba la vena (“efecto de vascularización” dirían los mamones conocedores). Me dí semejante lástima. Pobre “wannabe”. Dejé la barra en el piso y fui al baño a llorar. Y lo mismo sucedió al salir del cine, cuando abría mi lata de atún en el comedor de la oficina, cuando escogía dulces y chocolates en una tienda “Granel” para entrar después al cine, y hasta cuando veía un sobre de palomitas “light” dando vueltas dentro del horno de microondas.
Podría ponerme a escribir para olvidarme. Pero el domingo mejor tomé un zeppelín de New-Mix (tequila con toronja) y me emborraché de lo más lindo.
Ya mejor dejo de escribir esto. Nomás de revisar los párrafos, me doy lástima. Quizá la ventaja sea que ahora no lloré, sino que me dio coraje.
¿Qué sigue?