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Wednesday, January 19, 2005

Mon prémiere jour à l’Alliance Française

Hoy comencé mis clases de francés. Mis días en las aulas de clases han pasado. Ya no soy un jovencito, soy el más viejo de la clase. Todos son alumnos de preparatoria y Universidad. Yo de 34, y el que le sigue tiene 24, de ahí las edades caen precipitosamente cual acciones de la bolsa de valores en los “cracks” financieros de la década de los 80. Para mi fortuna, Beatríz, mi profesora (“mon proffeseur”) una guapa mujer de unos 50 años de edad, odia a los pubertos, así lo ha hecho saber al contarnos sus experiencias en diversas preparatorias en las que dá clases por las mañanas. Notoriamente aludida, una de las Belindas de la clase (por eso de su parecido con los púberes de las telenovelas á-la-Luis-de-Llano) opinó que efectivamente ella también los odia, sobre todo a los desmadrosos de su salón: unos viejos fósiles de 19 años que aún siguen en 3o de prepa, “ya hasta votan y tienen credencial de elector”, dijo con rostro de espanto.
Saber que yo ya voté para 3 presidentes (Clouthier en el ’88, el jefe Diego en el ’94 y Chente Fox en el 2000) me recuerda que efectivamente, ya no soy un Belindo.


Monday, January 10, 2005

“¡Pásele pásele, ciclos de esteroides bara baras!”
Ésta primera semana de trabajo fui la sensación en todos los lugares donde iba. La razón: Mi bronceado. Nunca había agarrado semejante y delicioso color. El traje de baño "Adidas" se me marca por completo. En un típico arranque metrosexual, estoy usando cremas de Aloha y no sé qué madres para mantenerlo. Lo mejor de todo es que la gente, ignorante por supuesto, que me ha preguntado dónde agarré semejante tostado, les digo que en Europa, y para muestra las cerca de 650 fotografías digitales que tomé por allá. Por eso dije que “ignorantes” pues precisamente ignoran que en diciembre allá sólo se ve el sol atravesando las nubes subido en un avión.

He comenzado a indagar sobre escuelas de francés. Creo que me meteré a la Aliánza Francesa de México. De hecho iré a inscribirme.

El sábado desayuné con Jesús, mi instructor, a quien le he pedido me supervise en el uso de esteroides anabólicos. No le agradó la idea, así que me habló de casos en que el uso de esteroides ha desencadenado cáncer, hipertensión arterial e incluso locura. Dice que por mi temperamento, desde el primer día de uso podría perder la cordura y madrearme con el primero que se atraviese. Mi obsesión por no volver a ser ignorado en París o Puerto Vallarta me hizo valerme madres. Insisto en usar esteroides. Pero cuando me dijo el precio, lo pensé: cerca de 20,000 pesos por mes, y ello puesto que serían los mejores habidos y por haber en el mercado. Directamente importados de España. Ahora veo porqué los tipos mamados de Barcelona se ven bastante bien. Cuando Jesús vio que lo estaba yo pensando bien, me recordó lo sucedido en marzo del año que concluyó, en que atravesé por una paranoica crisis de salúd.
Conclusión: Desisto de la posibilidad de usar esteroides. Ya no tendré semejante cuerpo y seguiré siendo ignorado en el mundo. Creo que no tengo solución. Eso de que rollo mata carita y mata todo, es eso, puro rollo. Ni con mi mejor labia seré tomado en cuenta. Aquellos monumentos vivientes ni siquiera me voltearán a ver.
Estaba yo en ese drama reflexivo à-la-Libertad-Lamarque, cuando Jesús me garantizó que con el régimen que me dará, y adecuado uso de creatina, arginina y proteína, tendré un cuerpo marcado y sabroso. Textualmente dice: “te dejaré con puras rayas”.
Comenzaré en un mes, pues mi cuerpo tiene que prepararse y acondicionar mi metabolismo. Si con ésto tampoco lo logro, recurriré al cirujano de la Tigresa.


Sunday, January 02, 2005

301 gays.- Tanta carne y yo tan feo

Del congelamiento, al asadero. Así me sentí en Puerto Vallarta. Después de haber estado semanas en temperaturas bajo cero en Europa, regresé al DF donde estuve escasos 3 días y partí a Puerto Vallarta, donde la temperatura promedio fue toda la semana de 30 grados, a casa de mi gran amigo Julio.
En su minimalista depa, me tocó dormir en el sofá cama de la sala, mientras que su mamá ocupó la cama principal. Julio trabajó toda la semana, así que durante las mañanas me iba por mi cuenta en mi pequeñito bikini marca “Adidas” a la playa “Blue Chairs”, 100% gay. La primera vez que fui tenía mis dudas. Supuestamente Vallarta es el destino gay número 4 en todo el mundo, del nivel de Amsterdam (lugar donde, ejem, lease unos cuantos posts previos, y ahí acabo de estar), y sabiendo cómo somos de moralinos en México, no creí que fuera a ser tan buena, pero, oh Dios. Al llegar, caminé y caminé y caminé a lo largo de la playa, también conocida como “Los Muertos”, y para mi sorpresa, deleite de mi pupila, y como diría Piolín, “¡oh! Me parece que ví muuuuuchos lindos gatitos”, me llevé tremenda sopresa. Sí. Eran fácilmente y sin temor a equivocarme unos 300 gays… bueno, 301 contándome. Todos jugando en la playa y bronceándose (bronceándonos) en diminutos trajes de baño. Claro que no a todos se nos veía bien. Me incluyo si tomamos en cuenta que nadie, NADIE, N-A-D-I-E me volteó a ver. Y ¿para qué voltear a ver a un ridículo mexicanito recién regresado de Europa? si alrededor de todos, esculturas vivientes iban y venían. Casi alcanzaba a leerse en sus bronceadas pieles el sello “Recién-salidito-de-un-ciclo-de-esteroides-anabólicos”. Sí, esos cuerpos tan perfectos no pueden tener otra explicación (¿se notó la envidia?). La mayoría de ellos eran gringos y canadienses, y algunos de éstos últimos, hablaban francés, lo cual me hace reiterar que ahora que inicia éste 2005 DEBO aprender francés. No todos eran de manufactura mexicana, chilangos mucho menos, lo cual me convence que los chilangos somos de los más feos del mundo y del propio México entero (perdón por embarrar). Pero los poquitos que vi nacionales, no le piden nada a aquellos deleites visuales que vi en “Univers Gym” en París, eso sí, no eran muchos.
Y bueno, fui a esa playa a diario. Conforme pasaban los días y previo baño de bronceador sin ningún número de factor de protección solar, me tumbaba en la arena bajo el sol. Me enchufaba los audifonos a los oídos, y mi iPod se convertía en mi principal compañero. De vez en cuando levantaba la mirada y observaba a tanto gay a mi alrededor. Tanta carne y yo tan feo. Aún así me la pasé poca madre. Pedía cervezas y limonadas, y valiéndome madre, me ponía a cantar con la música que provenía del iPod y que solamente yo escuchaba. Estaba yo escuchando y cantando a grito pelado “I’ve got you under my skin” con Bono y Frank Sinatra cuando la batería del iPod se acabó. Levanté la mirada y cerca de 20 congéneres me estaban viendo. ¿Tan feo estoy? Ah, no. Era por mi canto vale-madre. Algunos con cara de extrañeza, pero la mayoría sonriendo y haciéndome señas de aprobación. Fue la única ocasión que arranqué miradas.
Por las noches iba a cenar con Julio, con su mamá, y con Betty, su novia. Íbamos a cenar, a caminar o al cine, y si estaba yo sin sueño, me iba por mi cuenta al malecón y a visitar uno que otro antro gay. Sólo lo hice dos noches pues saber que nadie lo voltea a ver a uno, no es nada alentador. En los antros me encontraba nuevamente a los bonitos bronceados, pero ahora vestidos con ajustadas puti-blusas por las que presumían los meses previos aplicados en el gym.
Fue entonces que tomé una segunda decision: al regresar a México, además de aprender francés, recurriré por primera vez en mi vida a los esteroides anabólicos. Me vale madre si tienen efectos secundarios. Si con esos cuerpos de delicia lo voltean a ver a uno, ni modo, tendré que hacerlo. Nadie me peló en Europa y ahora nadie me peló en mis terruños mexicanos. Que no se me culpe de banal. Estoy seguro que esas dos decisiones tendrán que ser impulso de muchas más que figurarán en mi lista de metas a cumplir en 2005.

La noche de año nuevo, fuimos al malecón. En la TV local se anunció que se esperaba la llegada de 70,000 turistas. Creo que fueron más. Ahí estuve, con Caribe Cooler en la mano y abrazado de Julio, su hermano y Betty, viendo las flores pirotécnicas al punto de la medianoche, la llegada del año 2005. Un año non que suma 7. Dice mi shamana que éste será mi año. Espero en verdad así sea que vaya falta que me hace. Siendo la 1 AM, y típico en Julio que parece ha adelantado sus años seniles, le dio sueño y quería irse a dormir. Yo me quedé con mi tocayo Luis, su hermano. Caminamos a lo largo del malecón. Me compré dos litros de “Paloma” (tequila con refresco de toronja). Sí, literalmente 2 litros, allá se venden por litro y puede uno perderse en el alcohol caminando en el malecón entre cientos si no es que miles de turistas. Y así lo hice. A las 3 AM y ya tambaleándome, recibí una llamada de mi prima Faby. No sé ni siquiera qué le respondí, pero le pasé a Luis siendo que ella ni lo conoce.

La noche siguiente fue una noche muy “nice”. Julio nos invitó a cenar al “Café des artistes”, supuestamente el restaurante que ocupa el lugar número 5 dentro de los mejores de todo el país. Y vaya que sí. El puro postre costó 100 pesos, y al menos lo que yo comí (una mamona crema de almeja con un diminuto langostino, y un filete de salmon à la mamoné) sumó casi 500 pesos. Julio pagó, no sé cuanto pero qué buen detalle. Dentro del restaurante me levanté 3 veces al baño, y no porque tuviera ganas, sino por ver a los que degustaban en la mesa de al lado de nosotros: 5 hermosos guapetes (y seguramente gays) gringuitos comensales que comían, bebían y platicaban amenamente. Preciosos. (No lo olvides Luis: 2005.- el año del francés y esteroides anabólicos).

Llegó el 2 de enero. Regresé a chilangolandia. Creo que ahora sí ha terminado el sueño que inició el 2 de diciembre. Mañana lunes 3, será el primer día hábil de 2005. Regreso a la normalidad. No obstante me siento con muchas energías y muy optimista. Se lo dije a Julio en el aeropuerto, que tengo corazonadas de que algo bueno me va a suceder a corto plazo. Él me dijo que no se llaman corazonadas, sino son los susurros y voz de Dios que habla dentro de nosotros.
No lo sé. Sólo sé que éste año cumplo 35 y que jamás me he enamorado.


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