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Saturday, December 31, 2005

“Odio esos 19 centímetros”

No sé cómo pero llegué con bien y en mi automóvil a “El Taller”. Mi misión era muy clara: terminar más borracho aún y en la fiesta “rave” donde habíanme dicho sucede de todo.
Y así fue.
El cover fue de 100 pesos. Cosa de nada a mi parecer si tomamos en cuenta que es un pase automático a la “Sodoma & Gomorra” del siglo XXI en la Ciudad de la Desesperanza. Al entrar me pidieron me quitara la camisa. Así lo hice. No terminaba aún cuando ya las yemas de los dedos de uno o más desconocidos estaban frotándome los pezones. Dejé mi camisa en un improvisado y tercermundista guardarropa (en bolsas de plástico con un número y contraseña).
Y... entré al lugar.
Oh Dios. Creí que lo que sucede en el prólogo de la película francesa “Irreversible” sólo se veía en Europa, pero no. Ahí estaba yo, en el bar, junto a cerca de más de 100 personas, bailando música techno a medialuz y luces estroboscópicas. Todos sin camisa. Torsos desnudos que adornaban esa pequeña Sodoma. Torsos sudados que brillaban con los fulgores de las luces negras y reflectores intermitentes.
Pura carne.
Y ahí, en el rincón, aquél pequeño escenario con tarima donde hace apenas unos días, Darío T. Pié personificando a “La Doña” bailaba y contaba chistes balconeando a los presentes, era ahora el foro perfecto para una orgía á-la-Calígula. Vi mucha gente alrededor. Me acerqué para ver el porqué. Ahí, en la tarima, unas 3 ó 4 parejas (quizá ni eran parejas si tomamos en cuenta que vi manos no precisamente en números pares) estaban teniendo sexo; algunos de ellos vestidos a la usanza “leather” y teniendo “piercings” y tatuajes como adornos en sus cuerpos. Los presentes observaban en el mejor de los casos, pues otros participaban o se masturbaban mientras presenciaban los actos.
Me retiré. Fui a la barra a cumplir la primera de mis misiones: emborracharme. Pedí una cerveza. Mientras la tomaba, la pareja a mi izquierda se besaba y fajaba que daban ganas; y la de mi derecha estaba en pleno sexo oral. Frente a mi, en unos espejos y barra improvisada, cerca de 20 tipos bailaban en sus lugares como preparándose para un festejo eyaculatorio; sobre sus cabezas, una gran pantalla proyectaba videos pronográficos con güeritos hermosos.
Bebí y bebí y bebí en ese mismo lugar. Debió pasar cerca de una hora, suficiente para ingerir unas 4 cervezas. Seguí ingiriendo cuando de repente, tenía ya las manos de varios acariciando mi cuerpo. Sentí también alguna o algunas manos que desabrochaban mis tejanos (mis jeans pues... oh, digo, esa frase es apelativo típico en novelas traducidas al español gachupín; desde hacía tiempo quería usarla en mis estupideces escritas) y a los pocos minutos sentí también una húmeda lengua acariciando la puntita de mi miembro a un 70% de su erección máxima (en verdad que el alcohol inhibe el impulso sexual, al menos a mí me afecta). Así estuvo el dueño de esa lengua cuando, so pretexto de acariciarle los pezones, lo hice subir a besarme. Descubrí entonces a un chico de no más de 22 años, de mi estatura, blanquito, flaquito y con el gran tatuaje de un jaguar en el brazo izquierdo. Sonreí, lo acerqué y lo besé en los labios, Cuando lo hice sentí más manos acariciándome. Un par de ellas comenzó a masturbarme. La boca del “Jaguar” comenzó a practicar una especie de sexo oral en mi lengua. La chupaba. La lamía. La metía y sacaba de su boca en un acto de penetración simulada. Tiré mi cerveza. La espuma resbaló por mi abdomen. “Jaguar” bajó y la lamió. Regresó a mi circuncidado miembro y prosiguió con lo iniciado 10 minutos antes. 10 minutos después, y ante destellos de sexo entre los presentes al ritmo del último éxito de “Madonna”, eyaculé.
No sé cómo lo logré con tanto alcohol encima.
Fue entonces, al reponerme del mareo post-eyaculatorio, que la culpa me invadió. El sexo libera pero también mortifica ante circunstancias como esas. Me subí los tejanos. Ni siquiera volví a ver a “Jaguar”. De un sólo golpe me quité los 100 pares de manos que tenía yo encima. Me dirigí de inmediato a la salida. En el camino que duró unos 10 metros, pisé usados globitos de látex, también conocidos como condones. Me detuve para verlos. Sonreí complacido de saber que lo que dicen las últimas encuestas de la UNESCO, es cierto: que las infecciones de VIH han disminuido considerablemente en la comunidad gay. Tantos condones usados dicen la verdad.
Finalmente llegué al guardarropa. Me entregaron mi camisa, y en lugar de ponermela, bajé a la zona disco del lugar. Subí a la pista, y así, desnudo del torso, bailé junto con otros 40 que también lo hacían, ellos sí, con camisitas cubriéndose del frío. No pasaron ni 5 minutos, cuando un remedo de George Michael, con barba-partida-a-huevo, intentó besarme. Bajé de la pista de inmediato. Me dirigí a la salida. En el trayecto me puse la camisa. Antes de hacerlo me di cuenta que todos me veían. Bonitamente ridículo que me he de haber visto ahí, el único descamisado. Ignoro si sabían que en la planta alta en ese preciso instante, cerca de 50 individuos estaban copulando bien y bonito.
Salí del lugar.
En la esquina me comí dos hot-dogs. Mientras lo hacía, un fulano norteño y bien macho y borracho, con sombrero, bigote y toda la cosa, se detuvo y me dijo “Wey, estás hermoso”. El otro norteño y macho, muy apenado, lo tomó y lo alejó disculpándose conmigo en nombre del borracho. Sonreí.
Terminé triplemente triste de lo que de por sí ya estaba: solamente sin camisa y con el pito de fuera, los gays se fijan en mí.
Creo que cambiaré de táctica. Lástima que no puedo sacarme el pito mientras camino en los centros comerciales, en los cines que tanto frecuento, ni en los conciertos a los que acudo con mi soledad.
Mi pito es lo único que vale. No importa mi corazón, ni lo que siento, ni lo que pienso ni lo que creo ni escribo. No importa tampoco lo que sé ni mis talentos ni en lo que me desempeño.
Todo se reduce a mi maldito pito.
Por primera vez en mi vida destesto todos y cada uno de sus 19 centímetros.


Friday, December 30, 2005

“No quiero vivir”

Estoy ya en el día 30 de diciembre. Mis papás, hermana y cuñado se fueron desde el 25 de diciembre a Tuxtla Gutiérrez. Y aquí he estado yo, en mi soledad. Decidí no ir precisamente para experimentarla, para sentir qué sería vivir solito. Lo primero que puedo decir como conclusión, es que me volvería alcohólico. Desde que se fueron, he estado alcoholizado. Me he tomado 2 botellas de tequila, dos zeppelins de “New Mix” (de 2 litros), uno similar de “Viña Real” de durazno, algunas cervezas y mucho chocolate. He comido pavo, pavo y más pavo. El que quedó de Navidad. He estado encerrado, viendo TV, navegando en Internet, escribiendo éste diario, escribiendo ideas para algún guión, y todo, acompañado del alcohol. Ya ni recuerdo cuál de todos éstos días, estaba yo tan borracho que puse un DVD de Michael Bublé, subí el volúmen y salí al patio a cantar a grito pelado. Estaba yo muy borracho.
... ESTOY muy borracho.
No he sostenido charla con nadie. Solamente mi amiga Alejandra quien me llamó por teléfono para decirme que comenzando 2006 se irá un año a estudiar a Canadá. Es mi única amiga, y se irá. Me quedaré más sólo.
SIGO borracho.
Entre semana también me llamaron de la oficina donde durante 3 meses me tuvieron en stand-by para decidir sobre si me quedaría con el puesto de “Director de Patentes”.
Me dieron las gracias.
No.
Hubo una mejor que yo. Es mujer. Y también habla ruso y japonés. Me dieron una explicación que la verdad no me importa.
El chiste es que éste trabajo en el cual tenía depositada mi confianza pues implicaría casi el triple de ingresos con lo que podría haber iniciado una nueva vida, pagar deudas, irme a vivir a un depa, etc., se ha esfumado como los meteoritos que he visto en Río Frío.
Y ahora, ESTOY borracho, y ESTOY deprimido.
No quiero saber del mundo. Qusiera esfumarme. Quisiera ser uno de esos que huían de los trípodes de “La Guerra de los Mundos” solamente que yo no correría. Me quedaría ahí, parado, esperando el rayo fulminante. Bien dicen los alcohólicos que se emborrachan para olvidar. Sigo tomando. Así llevo ya 6 d´ias seguidos.
Por las noches he salido en el auto (con la suerte de que jamás me detuvieron los del alcoholímetro) y he vagado sin rumbo. Me he detenido en algún antro gay y he bajado, a seguir ingiriendo alcohol. Nadie me hace caso, nadie me avienta una mirada. Conocí un antro llamado “BarBoy” o “BoyBar”, el alcohol en mi sangre me impide recordar exactamente el nombre. Oh. Cuánto niño tan guapo había. Lástima de lo feo que estoy. Además, y como ya lo dije, estaba borracho. Quizá me veo muy ridículo y por eso mejor ni se me acercan. Mi temor al rechazo me impidió acercarme. Preferí quedarme frente a una inmensa pantalla donde transmitían videos pornográficos. No me importó pagar cervezas de 35 pesos. Ya ni sé cuántas. Cuando llevaba una hora en el lugar llegó un ex-alumno mío. No pude entablar una charla adecuada pues reitero: estaba borracho. Lo único que se me quedó grabado es que me dijo que descubrió mis páginas en face-pic.com y gaydar.com. Fue tal mi paranoia que al llegar a casa a las ¿4? ¿5? ¿6? de la mañana, y entre mis destellos etílicos, di de baja todas mis páginas donde tenía información, perfil y fotos. Digamos que he desaparecido de la world wide web.
Y hoy, 30 de diciembre, aquí en casa. Lavé mi ropa. Quería plancharla pero estoy tan jarra y deprimido que podría cometer un error y quemarme con la plancha (soy borracho, no pendejo).
No sé qué me depare éste 2006, por lo pronto, y de aquí al lunes en que regresan mis papás y hermana (y cuñado, un nuevo integrante de familia), he decidido tomar todo el alcohol que se pueda. También he comprado una cajetilla de cigarros mentolados. Ya me fumé dos.
Quiero olvidarme de todo, y de todos. No tengo a nadie con quien platicar. Son 6 días de silencio etílico, donde nadie
...
(Tomé una pausa para dar un trago a mi caballito de tequila)
... me ha llamado. Nadie se ha preocupado por si aún existo. Ni siquiera mis papás. Ni mi hermana. Ni mi cuñado (a él se lo paso pues ni habla español... pero yo sí hablo inglés).
Cerraré con broche de oro. Ahopra recuerdo que hoy, 30 de diciembre, es la fiesta “rave” del antro “El Taller”. Iré. Quiero entrar en calzones, completamente borracho. No me importa que suceda. Quiero ser el último en salir. Aquél a quien los gorilas saca-borrachos saquen al último en calidad de bulto. Quiero que me saquen cargando, yo, desnudo, vomitado en alcohol y batido del semen de desconocidos.
No sé cómo calificar ésta tristeza.
No sé cómo sobrevivir.
Lo único que SÍ sé, es que quiero morir.
Y quiero morir cogiendo y borracho.


Sunday, December 25, 2005

“Brindis codificado”

Y llegó la Nochebuena. Y de nueva cuenta, el tercer fin de semana in-a-row en Río Frío. Estaba haciendo tanto frío, que decidimos cancelar la posada y partida de piñata.
Fue más familia de lo normal. Un tío que se divorció de una tía, y a quienes todos agradecimos su presencia pues nos confortaba verlo de nuevo; y una tía que no había pasado la Navidad con nosotros desde hacía 5 años. Llegaron mis primos con sus esposas y/o novia respectivamente. También mi hermana, presente con mi cuñado. También estaban unos vecinos. La mesa fue testigo pues de cerca de 30 comensales.
Como cada 24 de diciembre, cenamos muy rico: Crema de tomate (preparada por mi primo quien está en un diplomado para ser cheff), pavo (el que me dio la pendeja del troncomóvil de mi oficina), romeritos (mi cuñado la bautizó como “shit”, no le gustó, es obvio que en Holanda no hay nada de eso), bacalao (por primera vez desde que tengo memoria, no me regalaron bacalao para el recalentado), ensalada (que éste año incluyó moras y frutas secas, y cuya col morada provoca tremendos gases que desafían a la fórmula más perfeccionada de Pepto Bismol), ponche (preparado con sidra rosada), y de póstre mousse de chocolate con brandy.
El brindis se extendió por cerca de 45 minutos. Hubieron lágrimas. El real festejo era ver a tanta familia reunida. Yo, siendo testigo de la felicidad de mis primos y hermana con sus respectivas parejas. El destino te embarra en la cara, te pone el dedo en la llaga, y te pone un cuete en el ano, cada que se le presenta la oportunidad. Cuando fue mi turno de hablar, y que ahora sé fui el que más habló, agradecí a mis primos y mis tías por haberme aceptado. Ellos saben mi secreto. Claro que mi speech en ese sentido tuve que decirlo codificado, encriptado, como en clave Morse. Dije “Les pido a todos que como familia que somos, tengamos respeto mutuo; a algunos les gustará la nieve de fresa, pero habemos otros que adoramos la nieve de chocolate, y eso debe ser respetado pues cada quien hace de sí lo que mejor le parezca”. Al final del brindis, y de los abrazos, mis primos me dijeron que eso segurito lo había yo sacado de la película “Fresa y Chocolate” donde dos personajes, ambos varones, son gays en la Cuba de Fidel. También me desearon encontrar la felicidad. Qué fácil se dice.
Llegó el momento de los regalos. Alguien, mujer, cuya identidad decidimos mejor no averiguar, no llevó regalo. Así que una de las mujeres presentes no le tocaría regalo. Sorry, ya dije que el destino es un ojete. Y esa mala pasada, le tocó a mi madre. No le tocó regalo de intercambio. Vi su rostro cada que anunciaban el regalo a ser repartido. Cuando su nombre no aparecía dejaba de sonreir. Así hasta que finalmente supo que había nada para ella. Sonrió de todas formas, pero fue una sonrisa de decepción. Tomé entonces, y sin que nadie viera, un pedazo de envoltura, que estaba ya destinada para ser arrojada a la chimenea. Tomé mi cartera y extraje 1000 pesos. Los envolví y escribí en el regalo “Para Veni”. Los día a mi prima quien era la portavoz de entrega de regalos. Tuvo así mi mamá su regalo. 1000 pesos. Sonrió. Le cayeron de sorpresa. Fue a la que mejor le fue.
Siguió la fiesta. Me emborraché. Bailamos. Uno por uno fueron cayendo como fichas de dominó, como tapas de excusado. Hasta que cuando quedabamos unos cuantos, ya sentados en mecedoras frente a la chimenea, se fue la luz. Eran las 3.30 AM. Me incorporé y salí a caminar.
El bosque. Impone el mismo respeto que el mar de noche. Era tal la obscuridad que la poquita luz de luna alumbraba mi camino de forma más que preciosa. Alcé la mirada ahí, en medio del bosque, donde podría habitar la bruja de Blair, Jason, un fauno o los elfos. Cerré los ojos y escuché cada uno de los sonidos. El silencio es a veces ensordecedor. Abrí los ojos y observé el cielo. Había más estrellas que nunca. Nuevamente vi un meteorito que se evaporó. Y repito como lo dije hace unos cuantos días en éste diario: se evaporó en una ráfaga casi instantánea.
Como la vida misma.


Friday, December 23, 2005

“Condilomas”

Salí de dar clases. Como fue la última clase del año mis alumnos me invitaron a cenar. Fuimos a un restaurante en la zona lep-rosa. A su vez, al terminar la cena y darnos hipócritas y forzados abrazos de deseos de inicio de un buen año, caminé al lugar donde había dejado mi auto. Pasé frente al clásico y chacalón antro gay “El Taller”. Me detuve a leer un anuncio. Justo en ese momento se estaba presentando Darío T. Pié personificando a la mítica “Doña”, María Félix. Dudé unos instantes pero “¿Y qué chingados?”, y que pago mi cover. Entré.
El lugar abarrotado. Tenía mucho mucho tiempo de no ir. No presté atención a absolutamente nadie. Centré mi foco mental en Darío T. Pié. Y ahí estaba, en un pequeño e improvisado escenario (bastante “kitsch” por cierto), maquillado literalmente hasta las narices. Reí demasiado. No bebí absolutamente nada. Fueron tantos chistes de mal y buen gusto que ya hasta los olvidé. Sólo recuerdo que cuando iba a echar una porra a Vicente Fox, gritó “¡Denme una efe!”, y todas las locas presentes (incluyéndome... shit) gritamos “¡Efe!”, pero “La Doña” nos calló, y no nos bajó de pendejas. Dijo “No se dice ‘efe’, se dice ‘fffffffff’”. Como ya lo dije, reí. También recuerdo que pidió respondiéramos con honestidad y dijeramos quiénes de los presentes teníamos condilomas. Obviamente nada sinceros, nadie alzó la mano, ni yo, pues supuestamente los condilomas, son producto de un virus que se manifiesta como verrigas dentro del recto. Los que practican sexo anal como pasivos son más propensos a adquirirlos, y como yo sólo he practicado semejante onanismo un par de veces en mi vida, orgullosamente NO levanté la mano. Pero él (o ella, “La Doña”) sí alzó presurosa la mano y dijo “Pues qué nacas, yo sí tengo, y me los puso mi prometido... me refería a condominios en las Lomas ¿pues qué pensaron?”.
Qué tipo tan divertido. El show terminó a eso de la 1 de la mañana. Antes de partir, me di una vuelta por el lugar, como siempre, no ha cambiado en nada. Los mismos gays chacalones; las mismas locas frustradas añorando entrar al concurso “Bailando por un sueño” al bailar en la pista sintiéndose todas unas Madonnas. No niego que 2 ó 3 me estuvieron siguiendo en la media hora que permanecí adentro. No los pelé. Además definitivamente no eran mi tipo.
Al salir, me dieron una invitación, para asistir el viernes 30 de diciembre a una fiesta “rave” donde al parecer los asistentes entran al antro en puros calzones. Ha de ser interesante. Supongo se ha de ver y pasar de todo ahí adentro.
Iré. Para tener otra anécdota de hueva qué contar en éste monótono diario.


Wednesday, December 21, 2005

“Señales en ‘Valle’”

Martes. Ya de vacaciones acompañé a mi hermana y cuñado a Valle de Bravo. O simplemente “Valle”, como le llaman los mamoncitos fresas (no obstante amo a los mamoncitos fresas, lástima que yo jamás les he encantado a ellos). Sé que también llaman simplemente “Playa” a Playa del Cármen, o “Cabo” a Cabo San Lucas. Quizá por eso me encantan, por la simplificación gramatical que se les da a flor de piel y sin ningún esfuerzo aunque hayan estudiado en el ITAM o Anáhuac.
El viaje estuvo del carajo.
En total manejé unas 9 horas. 5 horas para llegar. Salimos de casa a las 8 AM. Llegamos a “Valle” (léase con acento de niño de Interlomas) a la 1 PM. El motivo: ¡SE ME PONCHÓ OTRA PUTA LLANTA! Sí, en el camino, en esa asquerosa carretera llena de curvas, caí en un agujero. No tenía ni dos semanas que acababa de poncharse la otra, cuando nuevamente el hijo de puta del tal Murphy hace de las suyas conmigo. Me preocupé por unos instantes, pero mi cuñado me ayudó a cambiar la llanta de refacción. Mientras lo hacíamos, pasó un cortejo fúnebre. Un cortejo sui-géneris si tomamos en cuenta que al muertito no lo llevaban en ataúd, sino así, “pelón”, sin nada, rien, como tener sexo sin condón. Mi hermana se quedó fría cuando alcanzó a ver los piecitos del muertito. Mi cuñado y yo seguimos en nuestra labor de cambio de llanta. La ponchada quedó inservible. La misión fue entonces hallar una vulcanizadora, sólo que ahora no estaba yo en la colonia Del Valle como la ocasión de la llanta anterior. Fue hasta “Valle” que hallamos una; una hora transcurrió pues que manejé sin llanta de refacción. Creo que cada bache que cruzabamos, sentíamos que un gas se desprendía de cada uno de nuestros traseros. Ya en la vulcanizadora pusieron una cámara a la llanta al menos en caso de emergencia durante nuestro regreso y en caso que el tal Murphy hiciera en mí y mi auto otra travesura. Mientras la ponían mi cuñado y yo platicamos de la vida, ello frente al negocio vecino de la vulcanizadora: una funeraria. Entre los tópicos de la charla, abordamos los diferentes tipos de cajones (ataúdes).
Ya en nuestro destino caminamos por el pueblito, nos subimos a una lancha que nos llevó a recorrer las petulantes casas en la orilla del lago. Eran las 5 PM así que ya no había sol. Conté a mi hermana y cuñado durante el trayecto, historias de terror, sobre todo leyendas de niños fresas que han muerto y/o desaparecido en el lago de “Valle”. Mi hermana, bastante sugestionada por lo de la llanta me pidió que me callara. Mi cuñado la abrazó y permanecimos en silencio hasta llegar a la costa.
Comimos y emprendimos el regreso: 4 horas. El tráfico de la carretera de curvas, más 1 hora cruzando Toluca; 45 minutos de autopista, y una hora para llegar a casa.
Qué horror. Mis manos seguramente quedaron engarzadas como las manitas de los muñecos de acción que tenía yo de niño (“¡Con agarre Kung-Fu!” decía la publicidad de aquél entonces), de tanto sostener el volante (9 horas).
Ya en la casa, mi cuñado me dijo si había yo notado las señales. “Which signs?” pregunté. Y... ¡oh! No niego que enmudecí. Me dijo mi cuñado que eramos realmente afortunados de llegar con bien a casa, tomando en cuenta todas las señales durante nuestro trayecto a “Valle”: 1.- El cortejo fúnebre de mi vecino que comenzó justo cuando partimos; 2.- El cortejo fúnebre que atravesó la carretera cuando cambiamos la llanta; 3.- La funeraria que estaba a un lado de la vulcanizadora; y 4.- El tema de charla mientras cambiaban la llanta: cómo queríamos un ataúd ideal para nuestras muertes.
Mi cuñado vaya que sabe ser macabro.
Y eso que no tiene un blog como éste.


Monday, December 19, 2005

Cuerpomático para un palco”

He bajado ya en MP3, de su página oficial y con cargo a mi tarjeta de crédito (bendito Internet), el concierto de “Pearl Jam” al que acudí el pasado 9 de diciembre. Ésta mañana he hecho spinning escuchándolos. Saber que una de las voces que corean la canción “Betterman” es la mía, me hace sentir especial, sobre todo si recordamos la soledad que me envolvió en esos momentos mientras la cantaba junto con 19,998 personas.
Mi decisión sobre no ir jamás sólo de nueva cuenta a ningún lado y con nadie, ha comenzado a causar efectos: no asistiré al concierto de U2. Yo, que acudí a verlos en 1992 al Palacio de los Deportes en su gira “Zoo TV”, y en 1997 (también sólo maldita sea) al Autódromo Hnos. Rodríguez en su gira “Popmart”, no iré a verlos a Estadio Azteca en su gira “Vertigo”.
Descolgué el teléfono para llamar al Amo de los Boletos (Ticket Master) cuando se abrió la venta al público, pero ni siquiera marqué al caer en cuenta que sucedería lo mismo que con “Pearl Jam”: nadie iría conmigo. Colgué el auricular y seguí trabajando. Dos horas más tarde, llegó el “office boy” de la oficina, muy contento a presumirme 2 boletos para el concierto. El tipo se había ido a formar desde una noche antes a la taquilla de Ticket Master del Mix-Up de la Zona Rosa. Y ahí estaba, presumiéndome sus boletitos para el concierto de U2. No niego que la envidia recorrió mis vellitos. Pero más que el hecho de U2 en sí, lo fue el hecho de saber que él sí tiene con quien ir.
Minutos después me llamó un amigo, y también un primo de Tuxtla Gutiérrez que vive en México. Ambos me dijeron si no había comprado boletos para U2. Les dije que no, so pretexto de que ir a un concierto en el “Aztec Stadium” (nótese cómo le da más caché decirlo en inglés) es tirar el dinero pues el lugar es inmenso, no se ve nada, no se oye, y salir del estacionamiento absorbe valiosas 4 horas de la vida... Pero la realidad es otra. Si tuviera con quien ir, no me importaría ni ver nada, ni oir nada, ni que 8 horas absorbieran parte de mi vida para salir del estacionamiento. Y heme aquí. Sin boletos. Ya están agotados para las dos únicas fechas de febrero.
Y ya que están agotados, caigo en cuenta que sí quiero ir. Pero ahora, para poder entrar, no me quedará más que prostituirme con algún viejito gay depravado que sea dueño de un palco en el Estadio Azteca.


Sunday, December 18, 2005

“For heaven’s sake, I pry to you for shelter...”

De nuevo en Río Frío. Se ha convertido tan recurrente y de escape para mí que un tío (quien tiene carrera truncada de arquitecto) me ha convencido de construir un jacuzzi para ocho personas en una parte del jardín. Tiene un negocio de venta de material de construcción, así que me ha cotizado el chistesito en cerca de 30,000 pesos. Dizque no tengo dinero, pero “no le aunque”, la cosa es pasarla a toda madre cuando vaya de desmadre.
Éste fin de semana acudió casi toda la familia. El motivo principal fue ver a mi hermana y mi cuñado, quien por primera vez en su vida, vio una posada. Y ahí estábamos todos (unas 30 personas) divididas en dos grupos: los peregrinos y los de la casa. Todos con velitas, letanías, canastitas de colación, cacahuates, y una piñata de ocho picos rojos esperándonos para que le partieramos su madre. Antes de la posada, y para que mi cuñado entendiera la letra de la letanía, absurdamente le traduje y quedó algo así de ridículo: “For heaven’s sake, I pry to you for shelter, because my lovely wife can not go on anymore”. Ni sonrío, supongo que le ha de haber parecido algo ridículo. Igual de ridículo que el festejo holandés del 5 de diciembre, en que “Sinterklaas” (el equivalente a “Santa Claus” o nuestros tercermundistas “Santos Reyes”) llega con su ayudante “Peter” (un negrito, sí, negrito; ni las tradiciones europeas perdonan la esclavitud) a regalar juguetes a los güeritos holandeses, y que me tocó vivir cuando estuve allá hace un año.
Por la noche, y emulando las noches con mis amigos de semanas atrás, encendimos una fogata. Mi cuñado estaba fascinado. Dice que allá en Holanda las fogatas y cualquier tipo de fuego que desprenda humo, está prohibído. Le dije que aquí está prohibido el narcotráfico y que sin embargo, en ese negocio se sustenta buena parte de la macroeconomía. Mis papás, tíos, primos, hermana, cuñado y yo estuvimos cerca de 4 horas alrededor del fuego. Llegó un momento en que por un espacio de 10 minutos todos permanecimos callados, hipnotizados por las llamas. Rompí el silencio cuando me puse a entonar una canción interpretada por el cantaor Diego “El Cigala” y que estaba de fondo. “Se me olvidó que te olvidé, se me olvidó que te dejé, lejos muy lejos de mi vida...”.
Nos acostamos a eso de las 2 de la mañana, y eso porque se acabó la leña. Me emborraché con vino “Viña Real”. Dos litros yo solito. Mientras las llamas se extinguían y ya sólo quedábamos mi cuñado y yo, miré el cielo. Estaba precioso. Juro que hasta se ven nebulosas. Vi un pequeño meteorito que murió al tocar nuestra atmósfera.
Una ráfaga casi instantánea.
Como la vida misma.


Friday, December 16, 2005

“Eight kilos of strawberrys & a funeral”
Y mi hermana llegó. Un año de no verla. Increíble cómo transcurre el tiempo. Hace un año estaba yo allá, del otro lado del mundo, conociendo a su familia política. Y ahora está ella aquí con él, mi cuñado. En un año pasan muchas cosas. La veo muy distinta, incluso con respeto. La veo como “la grande” siendo que le llevo 4 años y que para mí toda la vida fue la pequeña, la débil, la cobarde.
Mi cuñado llegó con infección intestinal. “Miedo” dirían los conocedores de la onda esotérica. No debería tenerlo si tomamos en cuenta que aunque mi mamá quisiera pedirle ya se case con mi hermana, no podrían comunicarse. La diferencia de lenguajes a veces ayuda en vez de perjudicar por lo que veo.
En ésta semana, mientras yo acudía religiosamente a mi trabajo, ellos fueron a Guanajuato. No bastaron las toneladas de chocolate belga (de “Brujas” para ser más exacto) que me trajeron como regalo (lo de toneladas es mera hipérbole), sino que en éste viaje a Guanajuato se pararon en Irapuato y me compraron OCHO kilos de fresas. ¡Dios! Claro que me las voy a comer toditititas, de todas las formas posibles. De hecho cuando me las regalaron, de inmediato preparé un kilo con crema. También aparté otro medio kilo y las comí así, solitas, una por una. Algo verdaderamente orgásmico. No sé qué hacer con tanta fresa.
Por cierto... me encantan LOS fresas.
Cuando regresaron de Guanajuato, mi cuñado también fue testigo de un velorio. Un funeral. Un vecino murió de cáncer pulmonar. Lo velaron en su casa. Y ahí estaba la familia afuera velándolo. La casa adornada con coronas florales. El destino es bastante macabro. Miren que eso de combinar los foquitos de las luces navideñas que inundan las casas, con coronas florales en la casa del caído. Cuando nos metimos y cerré la puerta, mi cuñado me preguntó, en su inglés con acento alemán (odio el idioma holandés, compadezco a mi hermana), si no iría yo a presentar mis respetos a la familia y dar el pésame. Cuando le dije que no porque odiaba a esa familia, en especial a sus hijos que son unos escandalosos cuando hacen fiestas, me dijo “Con mayor razón ve. Así corroboras con tus propios ojos que está muerto y ya es uno menos”.
Reí. Es macabro.


Sunday, December 11, 2005

“Cobertores humanos”

Nuestra ya tradicional y excesiva fiesta de fin de año, la de nosotros los cinéfilos, cineastas, guionistas y vouyeristas de la pantalla, se llevó a cabo éste fin de semana allá en casa de mi papá en Río Frío. Llegar a ella fue toda una Odisea. La avenida Ignacio Zaragóza venía a vuelta de rueda, al grado que hicimos en atravesarla la ridícula y exagerada cantidad de ¡3 horas! para llegar a la caseta de cobro. El motivo: malditos peregrinos que iban a visitar a la Guadalupana que bajó al Tepeyac, mismos que en lugar de atiborrar el sentido de la avenida que va precisamente hacia La Villa, lo hicieron del lado que va hacia todo lo contrario. Malditos indígenas, por algo nadie los quiere. Además son unos malditos puercos. Todo el recorrido era acompañado de toneladas de basura que iban dejando a su paso. Imaginé el paso de un tornado. Qué absurdo que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dedique uno de sus primeros artículos a hacer una irónica y extensa apología a las etnias indígenas. Externé éste sentimiento a una amiga y me dijo “Qué mala onda tu intolerancia”, a lo que otro amigo dijo “Bueno ¡pero si Luis ya odia a todo el mundo por default! así que ¿cuál es el problema?”.
En fin.
Llegamos ya a Río Frío a las 11 PM. De ahí pa’l Real la cosa mejoró. Nuevamente hicimos una fogata, digna de la novela “Fahrenheit 451”, ahí pusimos salchichas y bombones. Ésta ocasion además de música en iPods, hubo guitarra acústica que tocó Víctor, un amigo del grupo de nueva adquisición que no había ido a pasadas fiestas. A eso de las 2 AM, y todos solemnes, brindamos deseándonos lo mejor para el 2006.
A diferencia de anteriores fiestas con ellos, no bebí tequila ni vino tinto. En cambio, hice un reto con un cuate para ver quién aguantaba más bebiendo Vodka. Terminamos tomándonos una botella Smirnoff con jugo de uva.
A eso de las 3 AM y ya todos “happies” nos vendamos los ojos y si no atinabamos quién era el que hacía preguntas, se imponía un castigo. Lo típico, a besuquearnos en la boca. Yo felíz y contento pero el rostro se me desfiguró cuando me castigaron besando en la boca a mi amigo Julio. Jamás me había resistido tanto a hacerlo, él igual. ¿Cómo besar en la boca a mi mejor amigo de 13 años de antigüedad? Lo hicimos y fue un besito muy fugaz, como aquellos que Zira le daba a Cornelius en la película “Planeta de los simios”. Ahora que lo recuerdo, Julio y Tenoch, los "Charolastras" de "Y tu mamá también" terminaron su amistad por un puto beso en la boca (bueno, yo no terminé encuerado con mi amigo en una cama).
Me fui a dormir a eso de las 7 de la mañana. Es la primera vez que duermo entrepiernado con una mujer. No lo habría hecho de no ser porque se trataba de una gran amiga quien sabe que soy gay. Lo entrepiernado era porque hacía frío; de hecho ahora decimos que fuimos mutuos cobertores humanos. Qué bonito ha de ser dormir así, del diario y con alguien. Supongo que habiendo amor de por medio, el asunto se ha de tornar mucho más delicioso.
Al paso que voy, terminaré siendo buga.
Chinguen su madre todos los gays del mundo… incluyéndome a mí.


Saturday, December 10, 2005

“El síndrome de Salieri”

En todo éste embrollo de soledad olvidé agregar a éste diario, la contingencia sucedida a inicios de semana a una de las patitas de mi coche... bueno, una de las llantas pues, simplemente quise hacer el momento poético.
La llanta delantera del lado derecho se ponchó al pasar por un gran bújero... agujero pues. Me di cuenta hasta que estaba en el estacionamiento de Liverpool y el rín rechinaba como el canto de las sirenas en la “Odisea” de Homero (qué pinche mamón que soy). Yo que quería caminar por toda la tienda quitado de la pena. Pero no, nuevamente el puto destino en mi contra. Murphy y sus leyes. El síndrome de Antonio Salieri me persigue. Tuve que apresurarme para aprovechar la poca luz que le restaba al día (eran ya las 5 PM) y hallar así una vulcanizadora. ¿Sí? ¡Hasta crees! ¿Una vulcanizadora en la popof Colonia Del Valle? (¿porqué será popof si la ubican como la 3a colonia en el D.F. donde más crímenes se cometen?) (nótese como decir “crímenes” en lugar de “delitos”, le otorga más dramatismo al asunto). Ante tan obscuro reto, reté pues a Dios. Tal y como Salieri se hincó ante un crucifijo para retarlo a la desaparición del estorbo llamado Wolfgang Amadeus Mozart, yo también lo reté exigiéndole la aparición de una puta vulcanizadora. En eso estaba cuando al dar la vuelta en la avenida San Antonio, y como si brillara por un extraño fulgor, me estaba esperando precisamente eso: una puta vulcanizadora. Cuando la vi, olvidé el reto hacia Dios... es más, me olvidé de él. Perdí mi clase de francés, justo la clase previa al examen final.
En sìntesis, tuvieron que ponerle la llanta de refacción pues la ponchada quedó inservible. La misión al día siguiente fue conseguir una llanta nueva pues habíame quedado sin llanta de refacción. El obstáculo número dos dentro del conflicto “Llanta - Hombre que no cree en sí mismo” fue el dinero. ¿Recuerdan el episodio donde al coyote se le cae la quijada hasta el suelo cuando ve cómo el correcaminos huye de él a unos 200 kilómetros por hora? Pues así se me cayó la quijada cuando en las llanterías (¡lugares donde venden llantas chingá’!) me decían que la más barata costaba poco más de 2,000 pesos. Pero el colmo fue en la agencia de “Seat” donde el precio era de 4,100 pesos.
Tardé 3 días buscando el mejor precio, y finalmente, allá por la Calzada de Miramontes, hallé una llantería donde me vendieron una llanta marca Hankcook en 1,600 pesos. Finalmente, traigo ya llanta de refacción en la cajuela.
Justo ahora que ando mal en mis finanzas y que recibí mi aguinaldo, se me juntan todo tipo de gastos: la puta llanta; el seguro del coche; la reparación de mis muelas; y demás etcéteras que hacen un total de casi 10,000 pesos en un ratito.
Cada vez odio más al mundo y a sus integrantes.
Ojalá a Usted lector, se le ponchen de madrugada y en un callejón solitario, las 4 llantas de su coche, y en caso de que carezca de automóvil, ojalá se ponchen todas las llantas del sistema de transporte colectivo que utilice, sea Metro, microbús, taxi o bicitaxi, para que no llegue a tiempo a su cita de lo que sea, y espero que de la angustia y preocupación, le dé diarrea y vómito negro, y no tenga lugar alguno donde ir a tirar el miedo.
Eso sí, cuando le suceda, cuénteme por favor, para que pueda reír a carcajadas como Vincent Price al final de la canción “Thriller” del estigmatizado Michael Jackson.


“Un souvenir de soledad”
Hace dos años y medio de mi accidente en el carrito “Fiesta”. Hoy menos que nunca lo recuerdo pues fue hoy hace dos años y medio cuando fui al concierto de “Pearl Jam”. Mi grupo favorito. Y yo ahí, brincoteando y gritando en plena catársis con mi collarín.
Hoy repetí la experiencia (ya sin collarín). “Pearl Jam” regresó a México y por supuesto no me lo pude perder. Durante la semana, mientras hacía spinning y escuchaba a dicho grupo en mi iPod, pensé “Ojalá abrieran el concierto con la canción ‘Animal’”. Pues pareciera que para ese tipo de cosas si se me aparece el genio de la lámpara maravillosa pues precisamente con esa canción abrieron. Gracias a mí, el resto de las 19,999 personas restantes, escucharon esa canción como arranque del show... Bueno, debo corregir la cifra, eran 19,998 pues el boleto que compré adicional, se quedó enterito. Nadie lo ocupó. Nadie quiso ir conmigo. Es la tercera vez que me sucede. También fui solito a los conciertos de Bon Jovi y U2. Creí que ya no me sucedería de nuevo, pero hoy sentí nuevamente la soledad acompañada con las notas de canciones de “Pearl Jam”. Hace como 3 meses que compré los boletos, lo hice pensando que iría con alguien. Pobre iluso y pendejo que soy ¿que no me doy cuenta que nadie quiere nada conmigo?, ahora sí que conmigo ni a la esquina, ni al cine, ni a un concierto. Desde que tuve el par de boletos en mis manos, invité a ir a las únicas 2 ó 3 personas viables, que valen (valían) la pena, y que - según yo - si aceptarían acompañarme. Pero no. Nadie quiso, y eso que yo, en un acto de cuasisúplica, ni siquiera les cobraba el boleto sino se los disparaba. Pero ahí se quedó el boleto, enterito y sin cortar. Un souvenir de soledad.
Hoy he corroborado que debo cambiar mi actitud y debo ser el más perfecto de los ojetes con la gente. Comencé siéndolo precisamente en el concierto. Llevé mis binoculares. Ahí estaba yo brincoteando y observando a Eddie Vedder y compañía (el Matt Cameron está demasiado guapo), cuando un par de tipos y tipejas, quienes iban de parejas entre ellos, se abrazaban, besuqueaban y demás, me pidieron prestados los binoculares. Mi respuesta en automático no fue un simple “No”. Tenía que ser algo más específico, así que les dije certero y como dardo a la conciencia: “No les presto nada”. Seguí bailando y cantando. Ellos me vieron en un inicio con cara de sorpresa, pero, sus pensamientos han de haber sido así en ese instante: “Algo tan simple y un fulanete que viene solito ¿nos niega un momento sus binoculares? Claro... lo que hace la envidia. Él viene solito y nosotros con compañía... por eso...”, entonces comenzaron a reír y a comentar algo entre ellos. Estuve tentado a enfrentarlos, pero preferí disfrutar el concierto, y justo cuando Eddie Vedder cantó “Daughter” haciendo una mezcla rara con letra en español y con un corito que todos entonamos y que decía algo así como “Todo está bien, no te tienes que esconder, te quiero más que ayer...”. Coreé la frasesita con tanta euforia que hasta lloré. Es raro. Los sentimientos estaban verdaderamente encontrados. Euforia con mi grupo favorito, pero muy triste con encabronamiento al sentirme tan sólo. Si ese ha de ser mi destino, perpetuaré la costumbre: No vuelvo a ir con nadie a ningún lado. Váyanse al coño TODOS los integrantes del mundo (menos “Pearl Jam”).
Ésta noche de viernes ha sido un indicativo de cómo va mi vida y hacia donde se dirige. Es un indicativo de algo que ya sé.
Pero ahí estará Pearl Jam para consolarme.


Thursday, December 08, 2005

“El ego afloró en francés”

El mayor stress de la semana consistió en estudiar para mi examen de francés. El examen del nivel básico. De conseguirlo, voilá! Tendré mi cértificat.
El examen escrito estuvo a su vez dividido en dos. La primera parte, y gracias a mi enajenación por tener buena ortografía, me fue muy bien… la segunda parte, de comprensión oral… pésimo. El pronóstico por tanto, para el examen oral del día siguiente, era obscuro.
No obstante, me fue mejor que incluso en el examen escrito del día previo. Me tocó con Patrick, un proffeseur qui est né á Paris. Habla muy poco español así que si me surgía una duda, no podía preguntarle. La dinámica consistió en elegir una fotografía de un grupo de 7. Vi las fotos, y tuve un minuto para saber cuál tomar. No lo dudé ni tantito. Escogí una foto sacada de la película “Underground” de Emir Kusturika. Es la parte donde los refugiados hacen una fiesta en el bunker en que viven, y se ponen a bailar. La imagen y el examen consistía en describir la situación, y a su vez hablar de algún tema referido al baile.
Sin embargo, fue una de las veces en que mi poco y modesto conocimiento cinéfilo me ha ayudado, pues cuando Patrick (es guapo por cierto) me pidió describiera la imagen, él creía que iba yo a hablarle lo típico “Ils sont quatre couples qui dansent…” pero mi pasión por los filmes fue mayor, y hablé y hablé y hablé (j’ai parlé et parlé et parlé) de la película “Undergound”. Fueron 15 minutos, y Patrick comenzó entonces a preguntarme del porqué de mi conocimiento sobre el cine. Hablé pues también de mi, y de mis aficiones. El ego afloró… y todo en francés.
15 minutos después (el tiempo voló hasta eso) terminó corrigiéndome meros detallitos, pero que de tan obvios me dio mucho coraje… digamos que dije unas cosas pensadas en español pero traducidas en inglés para ser dichas en francés.
Algo así como un Cantinflas trans-frontera.


Saturday, December 03, 2005

“Cada quien su lista…”

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Después de casi dos semanas de desveladas, filmación, tatemadas de sol, resucitación de una flor de Nochebuena y demás, terminé bebiendome casi dos zeppelins de “New Mix”, la bebida ya preparada de refresco de toronja con – aparantemente – tequila “Jimador”. Fue en casa de mi amiga L. Tenía tiempo de no verla. Digamos que es lo más cercano a lo que sería una mejor amiga. Tengo nada más y nada menos que un poquito más de 18 años de conocerla. Nos conocimos en la Universidad. Ambos tenemos la misma edad, y desde aquella época siempre fuímos íntimas… íntimos, quiero decir. Le conozco toda la lista de novios, desde los “frees” hasta los más serios. Ahora tiene ya un niño que cumplirá próximamente 6 años de edad. Es madre soltera.
El tiempo vuela.
Y ahí estaba el niño mostrándome sus DVDs de dinosaurios, sus culebras de plástico y las telarañas que puso en el árbol de Navidad (viles series). A la reunión informal también acudió mi amigo Julio (con quien iba a su depa en Puerto Vallarta… oh tiempos aquellos). A él lo conocemos desde hace 13 años, y al menos para mí, es lo que supongo encajaría en el concepto de “mejor amigo”. El niño hizo buena química con nosotros así que lo cargabamos, hacíamos piruetas, jugamos con él. Tanto L como Julio saben que detesto a los niños, pero le dije “Sólo porque es tu hijo, de lo contrario ya lo hubiera corrido de una patada”.
Comenzamos a las 5 PM y terminamos a la medianoche. Comimos pizza, tomamos vino y “New Mix”. Recordamos viejos tiempos así como amigos de aquél entonces. Ella ha tenido contacto con algunos. De esos me contó lo típico: ya se casaron y tienen hijos, algunos incluso van por el segundo matrimonio. Julio también hizo un recuento de las chicas (cuya lista también conozco) en su haber, incluyendo un divorcio y una a la que a sus 30 años, tuvo que enterrar al haber muerto de cáncer.
Y yo…
No pude hacer ninguna lista de nada.
Una de las canciones de “The Beatles” que más me gusta, por la letra, es “In my life”. Pero al reflexionar sobre mi carencia de listas, veo que no hay motivo alguno para que me guste.
Comenzaré pues a hacer mis listas…

(Sólo se me ocurre hacer una lista con mis cerca de 400 DVDs…
… y nada más…)

Thursday, December 01, 2005

“Un huequito de sol”

El lunes llegué a la oficina algo repuesto. La primera reacción de todos en la oficina al verme tan bronceado fue “¿A dónde te fuíste?”. La gente es tan limitada mental que creen que un bronceado sólo puede adquirirse estando desnudo en una playa. No los saqué del error. Decírles que estuve bajo el sol del Valle de México fungiendo como continuista de un cortometraje, es mucho para su capacidad mental.
Al llegar a mi escritorio la imagen de la flor de Nochebuena que me había regalado una fulana de la oficina (la del troncomóvil que me llamó “gordito”) robó mi total atención: los pétalos y hojas estaban completamente caídos, a punto de morir. De inmediato fui a checar las flores de los demás escritorios. Todas estaban bien, y la mía, la única moribunda. Fue tal mi rechazo hacia ella que creo lo resintió. Me entró una culpa del tamaño del mundo. De inmediato comenzó la operación salvamento. Tomé la flor y corrí hasta el patio. Le puse agua. Intenté que le cayera en las hojas, pero el agua resbalaba, tal y como las personas que ya no quieren vivir y se aferran a la muerte, así que le puse toda la que pude en la tierra. Busqué un huequito de sol y ahí la coloqué, esperando que los mismos rayos de sol que me dejaran bronceado el fin de semana, dieran un poco de vida a la flor que insulté por culpa de una cuasi-aborígen.
El mismo ritual se ha repetido durante la semana, y la flor… ha revivido. Perdió unas hojas y pétalos eso sí. Pero la salvé.
¿Quién me salva a mí? ¿Quién me pone agua y coloca un rato en un huequito de sol?


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