Sunday, November 14, 2004
La mayoría de la gente dice que mi problema es la autoestima. Son varios quienes me sugirieron tener una apariencia más “alivianada” cuando salga a divertirme. Así lo hice, y visité por segunda ocasión el bar “Lipstick”. Procuré divertirme y “alivianarme” al grado que al salir de ahí me había metido tremendo faje con un tipo argentino, a mi gusto, el más bonito de la noche y del lugar. Justo como me gustan: alto, güerito y apariencia fresa. Mi amigo ED dice que mis relaciones con güeritos son enfermizas, ya que si bien se me antojan exquisitos, a la vez los odio y les tengo entrañable envidia. De ser así, espero no entrar en shock cuando antree en los bares de Amsterdam.
Vi al chico, quien minutos después dijo llamarse Gustavo, recargado en una barra. Lo noté temeroso, quizá más que yo. Lo cierto es que era de los que más robaban las miradas de los presentes, incluyendo la mía. Lo observé y cuando él a mi, desvié la mirada con la idea “hasta crees que te va a pelar”. ¡Je! La vida nos tiene deparadas muchas sorpresas. Jamás hubiera imaginado que antes de que hubiera transcurrido una hora, fue él quien se acercó a mí, y menos hubiera creído que a las 2 horas, íbamos a meternos tremendos besotes en la boca ante la mirada de todos quienes parecían lamentarse: “¿ese espantoso con ese precioso?” (refiriéndose obviamente a mí como el espantoso… je, eso me hace recordar cuando The Joker baila un vals con Vicky Vale en “Batman” de Tim Burton, y le dice: “somos la bella y la bestia… claro que el que se atreva a volver a decirte bestia, le parto la cara”).
Al salir le di un raid hasta su depa. Eso tampoco lo hubiera creído, e incluso me ha llamado por teléfono en dos ocasiones… pero… todo tiene sus motivos ¿a poco creen que por mi linda cara?: el nene, como todo buen argentino, resultó ser un interesado. En la plática previa al cuasifaje en el bar (algo así como un decente foreplay) le comenté acerca de mi especialidad en Derechos de Autor. Ahora quiere que le ayude a ver los registros de algunas de sus obras.
Je. Todo tenía entonces un motivo.
Sigo siendo el feo de siempre. Creo que ahora cuando vaya de antro, en lugar de ponerme mis playeras muestra-bíceps, me colgaré letreros que digan “Soy especialista en Derechos de Autor”.
Sunday, November 07, 2004
Y llegó el sábado y con ello mi primer visita al antro gay de moda: “Lipstick”. Un nombre muy ad-hoc al género que lo concurre. En síntesis la pasé bien, y me llevé una sorpresa: hay que tener cuidado con las páginas personales de face-pic.com pues el número de gente que las accesa, son más de lo que uno pudiera pensar. Llevaba apenas en el lugar media hora, cuando un muchachito gallego se me acercó preguntándome si era yo Luis. Yo, dudoso, asentí. Se presentó y me dijo que había visto mis fotos en mi página personal de face-pic.com. Oh-oh. Platicamos unos instantes, estaba yo casi a punto de sacar una pluma para darle un autógrafo, cuando un señor español, quien le doblaba la edad con facilidad, se lo llevó, su marido seguramente.
Una de las verdaderas razones por las que fui al antro, además de conocer el lugar, fue para ver con mis propios ojos al rubio bar man de torso desnudo que sirve bebidas en la barra y del cual ya me habían platicado. Oh. Y en efecto, es todo un muñeco “Ken” de Mattel. Creo que lo ponen ahí para que quienes lo admiren, estén consumiendo en la barra sin importar el robo que representa el precio de las bebidas.
Y bueno, es que el lugar en general no es muy barato que digamos. La ventaja de ello es que evitan que chamaquitos chichifos logren colarse al lugar.
Valet Parking: 35 pesos. Cover: 120 pesos. Cada chela: 30 pesos. Guardarropa: 20 pesos. Descubrir que muchos guapos me miraban: No tiene precio. Descubrir que me miraban por ver al que estaba a mi lado: ¡Qué poca madre! (Master Card: ¡chinga tu madre!).
Y en efecto, desde que llegué fui con la intención de pasarla bien, así que el primer paso fue borrar mi expresión de mata-putos. Sonreía, bailaba en mi lugar, tomaba mi cerveza al ritmo del cover de Travis “Baby one more time”, y un guapo tipo de nombre John, me coqueteaba. Él iba con amigos y se paseaba de allá para acá, pero me buscaba. Un par de horas después, me abordó y platicamos largo rato. Vaya que tiene pegue el tipo. Tiene 36 años, mide 1.80 y sus padres son canadiense-austriaca. Sus ojos fueron lo que más me gustó. Y bueno, el dicho de “el burro hablando de orejas” aplicó, pues su primera frase hacia mi fue: “qué guapo”. Pasamos cerca de hora y media platicando en una mesita en la terraza, justo en el paso de la concurrencia, tiempo durante el cuál los guapetes que se dan cita en el antro me arrojaban miraditas. Me he dado cuenta que me observan más cuando estoy platicando, sonriendo, elocuente y afable, que cuando estoy callado sin hacer nada y mirando para todos lados. No puedo negarlo, mi autoestima se elevó, me sentí bien, máxime que platicaba con John. Pero, oh-oh... los que me observaban pasaban de las miradas a acercarse directamente a la mesa, a invitarnos algo de tomar, yo, en pose, les agradecía con un divezco “no”. Iluso de mí. Resulta que los que se acercaban y me miraban, lo hacían pero para llegarle a John. Sí. Él era el que realmente llamaba la atención, claro, el guapo. The guapo. El verdadero guapo. Las miradas iban hacia él, pero me miraban a mi, por añadidura. La máxima de Derecho se cumple: “Lo accesorio sigue la suerte de lo principal”. Ya cerca de las 3 AM, y parados a lo largo de los espejos, habían varios sujetos, todos mucho menores que John y que yo. Rondaban sus tempranos 20s, y miraban a John. Le di mi número de celular, él me dio el suyo, y yo, con evidente envidia le dije que nuestro futuro contacto sería para que pudiera yo ligar y conocer gente, pues gracias a él, la gente me veía a mi. Lanzó una carcajada y dijo “Wey, aunque me miren y perreen, yo sólo quiero contigo”. Fue cuando me sentí importante, y a partir de ese momento, comencé a platicar con él de forma muy cachonda, le hablaba a la cara, pero mis labios a escasos 20 centímetros de los suyos, y mientras lo hacía observaba a los demás. ¡Eso es sentirse importante!
Rematé el cachondeo con mi típica venganza a los güeros-guapos: estoy seguro que John creyó que de ahí iríamos a tener sexo como conejos. Pero no, cuando noté que él ya estaba algo “alegre”, me despedí. Me acompañó al guardarropa no sin antes obligarme a bailar con él una rola de Mecano, y por último, me fui. Mientras esperaba mi “DULCE” automóvil, él me observó desde el primer piso del bar, hasta que partí. Sonreía. Ignoro si fue de contento o si fue de esas risas con contenido “hijo de puta, te me fuiste”. Estaba a punto de subirme a mi coche cuando un muchacho algo “jarra” se me acercó y me saludó. Me preguntó si era yo Luis. Le dije que sí, y al igual que el galleguito de horas antes, me dijo que me había visto en face-pic.com . Tampoco hubo tiempo de darle mi autógrafo pues tuve que subir a mi coche para evitar congestionamiento (sí, a las 3.30 AM en esa callecita se hace congestionamiento).
La noche del sábado terminó. Es la primera vez en muchos años, que regreso de un antro con una sonrisa. Creo que la pasé bien, y el lugar, me agradó. Eso implica un peligro, pues ahora haré del lugar un refugio a mi soledad, como estoy seguro lo es de casi todos los concurrentes. Pero ¿serán recibirán ellos también miradas por añadidura?
Friday, November 05, 2004
Así como yo tengo el trauma de ser feo, hay en la ciudad regados y dispersos, sujetitos y sujetitas con el trauma de la pobreza, pero en mal plan, son rencorosos sociales. Su tarea es hasta eso sencilla: basta con que tomen una llave o corcholata para rayar automóviles nuevos. Como dice la canción de trova que cantan Pablo Milanés y Guadalupe Pineda: “...tantos mundos, tanto tiempo, tanto espacio... y coincidir...”, en el lapso de una semana me tocó coincidir con dos de esos rencorosos sociales.
El primero rayó la cajuela de mi coche, escribió en grandes letras la palabra “DULCE”, ignoro si es por recuerdo de un viejo amor, o si más bien la que lo escribió fue una sujetita llamada así, o bueno, también queda la posibilidad de que haya sido un naquito que sabe que pertenezco al mal llamado “mundo rosa” y que con sarcasmo, me apodó “DULCE”. La cuestión es que le bastó 5 minutos para hacerlo, tiempo en que estacioné mi auto frente a un Sam’s Club, bajé y compré una caja de cereal. 5 minutos más que suficientes. Fue hasta que llegué a casa en que descubrí el rayón. Mi hojalatero de cabecera me cobra 600 pesos para pintar todo, y es buen precio. Estaré tan gastado todo diciembre que me tendré que quedar con la dulce leyenda al menos hasta el año entrante.
¿Porqué a mi?
Y bueno, la segunda pudo haber sido peor. Venía yo manejando a alta velocidad sobre el Eje 3 Sur cuando apenas y alcancé a ver un objeto obscuro que arrojó un traumadito desde un puente peatonal. Solo escuché una botella que reventó sobre mi toldo. Supongo que su intención era que reventara en el quemacocos que por cierto, traía yo abierto. De ahí que diga que el evento pudo haber sido peor. ¿Qué tal que hubiera reventado adentro del auto?
Al bajar vi que el toldo no se rayó: ¡Bingo! Pero... sí se abolló: ¡shit!
Tengo apenas 5 meses con mi coche, que había permanecido triunfalmente virgen a las vejaciones tumultuarias de rencorosos sociales. Como yo a los 21 años de edad, mi auto perdió la virginidad a los 5 meses de uso. Está rayado en la cajuela y abollado en el toldo.
Hijos de puta.