Tuesday, February 20, 2007
"A VER QUÉ SALE... 2a. temporada" @ http://whoisluis.blogspot.com
Sunday, October 22, 2006
“Final de temporada”
Sé que hay cosas buenas por venir.
Sé que éstos años, éste diario me ha hecho crecer, me ha hecho llorar, me ha hecho poner los pies en la tierra. Me ha hecho tirarme al suelo para ver quien me levanta; saber que hay gente a la que le importo; saber que tengo un gran potencial.
Como toda serie de televisión, que se escribe por temporadas, éste blog, mi diario, llega al final de ésta temporada.
Debo cerrar ciclos y abrir nuevos.
Sólo el tiempo y la aceptación de mi persona, y la aceptación general dirán si habrá una segunda, tercera o cuarta temporadas.
Y mientras llega ese tiempo, reiré y lloraré.
Gracias a todos por leerme.
Hasta pronto.
Sé que hay cosas buenas por venir.
Sé que éstos años, éste diario me ha hecho crecer, me ha hecho llorar, me ha hecho poner los pies en la tierra. Me ha hecho tirarme al suelo para ver quien me levanta; saber que hay gente a la que le importo; saber que tengo un gran potencial.
Como toda serie de televisión, que se escribe por temporadas, éste blog, mi diario, llega al final de ésta temporada.
Debo cerrar ciclos y abrir nuevos.
Sólo el tiempo y la aceptación de mi persona, y la aceptación general dirán si habrá una segunda, tercera o cuarta temporadas.
Y mientras llega ese tiempo, reiré y lloraré.
Gracias a todos por leerme.
Hasta pronto.
Friday, October 20, 2006
“La cena con Alex”
Después de planearlo durante varios días y a partir de mi regreso de Europa, estuve en contacto con Alex. En llamada telefónica, le reclamé que no me permitiera verlo, e incluso, me interesaba tanto, que hasta las fechas recuerdo de las últimas ocasiones que lo había visto por última vez: 29 de diciembre de 2004, en su casa (y yo escondiéndome en los pasillos como si fuera delincuente), y el 4 de agosto de 2005, en un restaurante en Polanco y por mero accidente y producto de la casualidad. Le pedí pues que me permitiera verlo, sí, ya sé, soy rogón. En fin.
Quedamos en vernos en un restaurante en Polanco. Estaba yo muy entusiasmado, que incluso cuando nos llamamos por teléfono, osé preguntarle si cuando lo viera podría darle un beso. Dijo que sí.
Estuve pues esperando que dieran las 8 PM. Adelanté trabajo en la oficina y salí hacia Polanco. La espera se alargó más de una hora, pues Alejandro llegó cerca de las 9.30 argumentando el tremendo tráfico a esa hora.
Desde que lo vi a lo lejos dirigiéndose al restaurante, me gustó más, pues ya no usa lentes y ya no tiene ese look de cuando lo conocí hace unos 5 años en que él tenía 20 ó 21 años y recién había entrado a la Universidad. Ahora se ve como todo un muchacho de 25 años. Ese simple detalle me inhibió. Nos dimos un abrazo. Se sentó. Pedimos cerveza y algo de comer. Platicamos, pero la charla se caracterizó por preguntas de mi parte y respuestas de la suya, sobre cómo le iba, qué tal las cosas con su familia, su trabajo, y demás. Pero él no me hizo pregunta alguna. Lo noté muy evasivo, incluso me esquivaba mucho la mirada. Estaba tan serio y raro, que llegó el momento que decidí ya no preguntar más y nos quedábamos callados, y en ese silencio, incluso él tomó una revista que yo llevaba y sin más ni más se puso a hojearla.
Me sentí pues muy incómodo, raro y algo triste. No sabía yo ni qué decir. Noté a Alex como que había ido a cenar conmigo haciéndome un favor, o sin ganas, a diferencia mía que juro había llegado entusiasmado, entusiasmo que ya para las 11 de la noche, había desaparecido. Ya ni siquiera toqué el punto de decirle lo contento que me hacía verlo después de más de un año, de compartirle lo contento que me sentía por mis logros durante éste año, de decirle frente a frente que me gusta mucho, y demás etcéteras. Me puse nervioso, quizá por la frustración, quizá por ver su actitud. Me levanté al baño, y ahí, me vi al espejo, me revisé de pies a cabeza pensando que quizá algún defecto tenía que no le había parecido a Alex. Sonreí incluso cuando reflexioné y noté que sin querer llevaba encima más de 8,000 pesos en ropa (unos jeans de 1,200 pesos, zapato-tenis de 1,400, chones “Dolce & Gabbana” de 600 pesos, 40 euros mejor dicho, camisa Tommy Hilfiger de 1000, chamarra de 1000, y reloj de 3,000), y no, no creo que fuera algún defecto en mi pulcritud lo que provocó la actitud de Alex. Salí intrigado y me senté nuevamente en la mesa con él. Pedimos la cuenta.
Salimos del lugar y caminamos hacia nuestros coches. Él se ofreció a llevarme al mío, y no había necesidad alguna pues el mío quedaba a sólo 50 pasos. No obstante accedí esperanzado tontamente en que me dijera algo en su coche. Dio la vuelta a la manzana. No me dijo nada. Llegamos a mi coche, abrí la puerta y fue cuando supe que sería la última vez que lo vería, así que me acerqué y le di un beso en la mejilla, un abrazo y palmaditas en la espalda, mientras le dije “No sabes qué gusto tan grande me dio verte”. Se lo dije muy sincero y de corazón. Me aparté, y antes de bajarme lo vi de nuevo. Procuré hacer una fotografía mental que quedara para siempre en mi memoria (ni siquiera tengo una foto suya, parezco a Rose, de la película “Titanic” quien jamás volvió a ver a Jack Dawson e incluso al final del filme dice en un diálogo que ni siquiera tiene una foto suya). Lo vi y bajé. Se arrancó. Suspiré y subí a mi coche. Por un lado estaba tranquilo sabiendo que qué bueno que había salido todo así para poder hacerlo a un lado de mi mente. Por otro lado estaba intranquilo de no haber podido decirle muchas otras cosas.
A los 5 minutos envió un mensaje a mi celular: “Y mi beso? Qué pasó?”. Quizá era lo único que él esperaba, el beso que le pedí por teléfono, por lo que quizá estaba incómodo sabiendo que tenía que reventarse toda una cena conmigo bien pudiendo ir al grano.
Un par de días después he reflexionado al respecto y siento coraje conmigo mismo: un muchacho de 25 años me puso nervioso y no supe cómo reaccionar. A mi, alguien que se ha levantado en plena función de cine a gritar y reclamar porque la película no se escucha, alguien que ha estado a punto de golpear a un mal conductor, alguien que ha logrado negociar transferencias por millones de pesos, alguien que ha logrado entrevistarse personalmente con el Presidente de la OMPI (¡ni Vicente Fox pudo hacerlo!)... pero no pude decirle frente a frente, a un muchacho de 25 años, lo tanto que me gusta.
Habiendo tantísimos hombres allá afuera.
Como bien dije, quizá el destino así lo dispuso, para que pueda yo a partir de ahora, levantar mis antenitas y captar las frecuencias de otras personas.
Veo pues dentro de todo, que lo acontecido con Alex éste jueves ha sido para mi bien.
Ahora sólo espero que la fotografía que de él quedó en mi mente, no se borre nunca, para tener al menos un recuerdo de lo que no debe volver a sucederme jamás.
Después de planearlo durante varios días y a partir de mi regreso de Europa, estuve en contacto con Alex. En llamada telefónica, le reclamé que no me permitiera verlo, e incluso, me interesaba tanto, que hasta las fechas recuerdo de las últimas ocasiones que lo había visto por última vez: 29 de diciembre de 2004, en su casa (y yo escondiéndome en los pasillos como si fuera delincuente), y el 4 de agosto de 2005, en un restaurante en Polanco y por mero accidente y producto de la casualidad. Le pedí pues que me permitiera verlo, sí, ya sé, soy rogón. En fin.
Quedamos en vernos en un restaurante en Polanco. Estaba yo muy entusiasmado, que incluso cuando nos llamamos por teléfono, osé preguntarle si cuando lo viera podría darle un beso. Dijo que sí.
Estuve pues esperando que dieran las 8 PM. Adelanté trabajo en la oficina y salí hacia Polanco. La espera se alargó más de una hora, pues Alejandro llegó cerca de las 9.30 argumentando el tremendo tráfico a esa hora.
Desde que lo vi a lo lejos dirigiéndose al restaurante, me gustó más, pues ya no usa lentes y ya no tiene ese look de cuando lo conocí hace unos 5 años en que él tenía 20 ó 21 años y recién había entrado a la Universidad. Ahora se ve como todo un muchacho de 25 años. Ese simple detalle me inhibió. Nos dimos un abrazo. Se sentó. Pedimos cerveza y algo de comer. Platicamos, pero la charla se caracterizó por preguntas de mi parte y respuestas de la suya, sobre cómo le iba, qué tal las cosas con su familia, su trabajo, y demás. Pero él no me hizo pregunta alguna. Lo noté muy evasivo, incluso me esquivaba mucho la mirada. Estaba tan serio y raro, que llegó el momento que decidí ya no preguntar más y nos quedábamos callados, y en ese silencio, incluso él tomó una revista que yo llevaba y sin más ni más se puso a hojearla.
Me sentí pues muy incómodo, raro y algo triste. No sabía yo ni qué decir. Noté a Alex como que había ido a cenar conmigo haciéndome un favor, o sin ganas, a diferencia mía que juro había llegado entusiasmado, entusiasmo que ya para las 11 de la noche, había desaparecido. Ya ni siquiera toqué el punto de decirle lo contento que me hacía verlo después de más de un año, de compartirle lo contento que me sentía por mis logros durante éste año, de decirle frente a frente que me gusta mucho, y demás etcéteras. Me puse nervioso, quizá por la frustración, quizá por ver su actitud. Me levanté al baño, y ahí, me vi al espejo, me revisé de pies a cabeza pensando que quizá algún defecto tenía que no le había parecido a Alex. Sonreí incluso cuando reflexioné y noté que sin querer llevaba encima más de 8,000 pesos en ropa (unos jeans de 1,200 pesos, zapato-tenis de 1,400, chones “Dolce & Gabbana” de 600 pesos, 40 euros mejor dicho, camisa Tommy Hilfiger de 1000, chamarra de 1000, y reloj de 3,000), y no, no creo que fuera algún defecto en mi pulcritud lo que provocó la actitud de Alex. Salí intrigado y me senté nuevamente en la mesa con él. Pedimos la cuenta.
Salimos del lugar y caminamos hacia nuestros coches. Él se ofreció a llevarme al mío, y no había necesidad alguna pues el mío quedaba a sólo 50 pasos. No obstante accedí esperanzado tontamente en que me dijera algo en su coche. Dio la vuelta a la manzana. No me dijo nada. Llegamos a mi coche, abrí la puerta y fue cuando supe que sería la última vez que lo vería, así que me acerqué y le di un beso en la mejilla, un abrazo y palmaditas en la espalda, mientras le dije “No sabes qué gusto tan grande me dio verte”. Se lo dije muy sincero y de corazón. Me aparté, y antes de bajarme lo vi de nuevo. Procuré hacer una fotografía mental que quedara para siempre en mi memoria (ni siquiera tengo una foto suya, parezco a Rose, de la película “Titanic” quien jamás volvió a ver a Jack Dawson e incluso al final del filme dice en un diálogo que ni siquiera tiene una foto suya). Lo vi y bajé. Se arrancó. Suspiré y subí a mi coche. Por un lado estaba tranquilo sabiendo que qué bueno que había salido todo así para poder hacerlo a un lado de mi mente. Por otro lado estaba intranquilo de no haber podido decirle muchas otras cosas.
A los 5 minutos envió un mensaje a mi celular: “Y mi beso? Qué pasó?”. Quizá era lo único que él esperaba, el beso que le pedí por teléfono, por lo que quizá estaba incómodo sabiendo que tenía que reventarse toda una cena conmigo bien pudiendo ir al grano.
Un par de días después he reflexionado al respecto y siento coraje conmigo mismo: un muchacho de 25 años me puso nervioso y no supe cómo reaccionar. A mi, alguien que se ha levantado en plena función de cine a gritar y reclamar porque la película no se escucha, alguien que ha estado a punto de golpear a un mal conductor, alguien que ha logrado negociar transferencias por millones de pesos, alguien que ha logrado entrevistarse personalmente con el Presidente de la OMPI (¡ni Vicente Fox pudo hacerlo!)... pero no pude decirle frente a frente, a un muchacho de 25 años, lo tanto que me gusta.
Habiendo tantísimos hombres allá afuera.
Como bien dije, quizá el destino así lo dispuso, para que pueda yo a partir de ahora, levantar mis antenitas y captar las frecuencias de otras personas.
Veo pues dentro de todo, que lo acontecido con Alex éste jueves ha sido para mi bien.
Ahora sólo espero que la fotografía que de él quedó en mi mente, no se borre nunca, para tener al menos un recuerdo de lo que no debe volver a sucederme jamás.
Monday, October 16, 2006
“Bicoca de 800 euros”
Ésta semana ha sido muy ajetreada. Regresé de Europa y tuve que elaborar de inmediato un informe de actividades, así como un reporte de gastos de viáticos, sin mencionar que además tuve que resolver algunos bomberazos surgidos durante mi ausencia. Afortunadamente llegué un jueves, por lo que sólo serían dos días laborables.
La noticia del convenio con las sociedades inglesas, hizo que mis jefes casi me colocaran en un nicho. Me felicitaron entusiasmados, por lo que entre broma y broma, les dejé entrever la posibilidad de no poder comprobar cerca de 800 euros de viáticos. “¿800 euros contra todos los millones que te trajiste?” respondió mi jefe muy sonriente. Respiré aliviado, pues eso significaba que mi vuelo a Amsterdam, mis tenis Nike, los regalos de mis papás, las botellas similares al Ice Wine, la sexy underwear de la tienda en el barrio de Chueca, las cerca de 30 barras de chocolate que traje de Ginebra, y el iPod Nano que compré en el duty-free del aeropuerto en Amsterdam, me saldrían prácticamente regalados y como un obsequio de mi oficina. Además me dieron una nueva noticia: a mediados de noviembre viajaré a Buenos Aires, Argentina, también con motivos laborales.
Llegó el fin de semana. El sábado por la noche salí nuevamente con mi gran amigo ED. Mientras la ocasión anterior habíamos ido al arrabalero “Butterfly”, ésta ocasión fuimos al término-mediero “BoyBar”. Nuevamente llevé mi playera de “Catcher”, y al igual que en el antro de mala muerte, parece que en éste bar zona-rosero tampoco nadie captó el mensaje, a excepción de una chica, MUY gordita quien noté que rió al ver la playera. Al verla, mi amigo ED me preguntó si sabía yo para qué existían gorditas tan gorditas como ella. “Para hacerse amiga de gays que la saquen a bailar” respondió muy cruel. Nos divertimos mucho. Siendo cerca de las 3 AM, mi amigo ED me encargó sus cosas personales e ingresó al dark room. A los 20 minutos, salió sudoroso con una mascota, bueno, algo parecido, un muchacho bajito, guapetón y niño bien, a quien “conoció” en el dark room y no se le despegaba. Mientras se lo sacudía, entré yo al dark room. A los 5 minutos salí, muy enojado (efecto magnificado quizá por tanta cerveza), pues ni a obscuras nadie me peló. Sé que soy feo pero ¿tan feo que hasta a obscuras se me nota? Salimos del lugar a las 4 AM, yo algo enojado y me porté muy grosero con ED, quien al día siguiente en llamada telefónica me dijo que no me preocupara, soy su amigo y conoce mis berrinchitos.
El domingo preparé en casa semejante comida con mariscos, vino, fondue de chocolate amargo con un kilo de fresas, durazno y kiwi, y obviamente las dos botellas que traje de Amsterdam. Julio llegó con su novia y algunos postres. Comenzamos a comer a las 4 PM... y terminamos a las 11. Todo ello entre vino, risas, regalos y las fotos de mi viaje.
Hice un recuento de lo acontecido en todo el año, y no puedo quejarme, salvo el hecho de que sigo sin enamorarme, mejor dicho, sin tener la capacidad suficiente para lograr que alguien se enamore de mi. Es triste ver todas mis capacidades, a excepción de esa.
Ésta semana ha sido muy ajetreada. Regresé de Europa y tuve que elaborar de inmediato un informe de actividades, así como un reporte de gastos de viáticos, sin mencionar que además tuve que resolver algunos bomberazos surgidos durante mi ausencia. Afortunadamente llegué un jueves, por lo que sólo serían dos días laborables.
La noticia del convenio con las sociedades inglesas, hizo que mis jefes casi me colocaran en un nicho. Me felicitaron entusiasmados, por lo que entre broma y broma, les dejé entrever la posibilidad de no poder comprobar cerca de 800 euros de viáticos. “¿800 euros contra todos los millones que te trajiste?” respondió mi jefe muy sonriente. Respiré aliviado, pues eso significaba que mi vuelo a Amsterdam, mis tenis Nike, los regalos de mis papás, las botellas similares al Ice Wine, la sexy underwear de la tienda en el barrio de Chueca, las cerca de 30 barras de chocolate que traje de Ginebra, y el iPod Nano que compré en el duty-free del aeropuerto en Amsterdam, me saldrían prácticamente regalados y como un obsequio de mi oficina. Además me dieron una nueva noticia: a mediados de noviembre viajaré a Buenos Aires, Argentina, también con motivos laborales.
Llegó el fin de semana. El sábado por la noche salí nuevamente con mi gran amigo ED. Mientras la ocasión anterior habíamos ido al arrabalero “Butterfly”, ésta ocasión fuimos al término-mediero “BoyBar”. Nuevamente llevé mi playera de “Catcher”, y al igual que en el antro de mala muerte, parece que en éste bar zona-rosero tampoco nadie captó el mensaje, a excepción de una chica, MUY gordita quien noté que rió al ver la playera. Al verla, mi amigo ED me preguntó si sabía yo para qué existían gorditas tan gorditas como ella. “Para hacerse amiga de gays que la saquen a bailar” respondió muy cruel. Nos divertimos mucho. Siendo cerca de las 3 AM, mi amigo ED me encargó sus cosas personales e ingresó al dark room. A los 20 minutos, salió sudoroso con una mascota, bueno, algo parecido, un muchacho bajito, guapetón y niño bien, a quien “conoció” en el dark room y no se le despegaba. Mientras se lo sacudía, entré yo al dark room. A los 5 minutos salí, muy enojado (efecto magnificado quizá por tanta cerveza), pues ni a obscuras nadie me peló. Sé que soy feo pero ¿tan feo que hasta a obscuras se me nota? Salimos del lugar a las 4 AM, yo algo enojado y me porté muy grosero con ED, quien al día siguiente en llamada telefónica me dijo que no me preocupara, soy su amigo y conoce mis berrinchitos.
El domingo preparé en casa semejante comida con mariscos, vino, fondue de chocolate amargo con un kilo de fresas, durazno y kiwi, y obviamente las dos botellas que traje de Amsterdam. Julio llegó con su novia y algunos postres. Comenzamos a comer a las 4 PM... y terminamos a las 11. Todo ello entre vino, risas, regalos y las fotos de mi viaje.
Hice un recuento de lo acontecido en todo el año, y no puedo quejarme, salvo el hecho de que sigo sin enamorarme, mejor dicho, sin tener la capacidad suficiente para lograr que alguien se enamore de mi. Es triste ver todas mis capacidades, a excepción de esa.
Thursday, October 12, 2006
“Hoy no me puedo aterrizar”
9 AM. Estaba yo puntual en la oficina en Madrid, impecablemente trajeado, y con laptop en mano. Es la primera vez que veo que un inglés no es puntual, pues Lawrence, el directivo a quien vería, llegó a las 9.20 AM. Se disculpó. Yo sonreí diciéndole que no había problema (no me convenía decir lo contrario).
La junta duró cerca de 3 horas. Tomé mucho café. Estaba yo nervioso, y al final de la junta, me costó trabajo pero finalmente lo convencí de la firma de un “agreement” e intercambio de dinero por cerca de ... ¡muchos miles de euros! Ya en pesos, cerca de ¡muchos millones! que logré negociar y que depositarían a nuestra oficina en México en una semana.
El acuerdo salió tan avante que invité a Lawrence a comer. Lo llevé a un buen restaurant. Los abogados españoles se pegaron. Comimos paella y pagué, bueno, pagó mi oficina mejor dicho. Durante la comida, el director en España, un reconocido abogado en Propiedad Intelectual en toda Europa, me hizo saber su interés de invitarme a laborar con ellos a partir de mediados de 2007 para encargarme de todo lo relacionado con América Latina. El proyecto que trae en manos es ambicioso, y por tanto, lo tiene prospectado para mediados del año entrante, por tanto, no sería 100% seguro. No obstante, la oferta hizo que la gran cantidad de vino que había bebido durante la comida, desapareciera. Creo que cerré con broche de oro mis actividades laborales por Europa.
A las 6 PM nos desocupamos. Partí directo al hotel a arreglar mis maletas, pues el avión de regreso a México saldría a la 1 de la mañana. Una vez con mis cosas arregladas, salí a caminar para matar tiempo y hacer unas últimas compras. Me paré en una de las esquinas de la Gran Vía y contemplé a la gente y los edificios. Tanto éxito obtenido durante tantos días despertó en mí sentimientos ególatras, más aún sabiendo que probablemente el año entrante, bien podría estar viviendo en esa Ciudad.
El avión despegó a la 1.30 AM. Miré por la ventanilla a Madrid-de-noche.
Suspiré con satisfacción.
Tomé una almohada y dormí cerca de 6 horas.
El avión aterrizó en México a las 7 AM, hora local.
Y yo, aún es hora en que no quiero aterrizar de mi nube.
9 AM. Estaba yo puntual en la oficina en Madrid, impecablemente trajeado, y con laptop en mano. Es la primera vez que veo que un inglés no es puntual, pues Lawrence, el directivo a quien vería, llegó a las 9.20 AM. Se disculpó. Yo sonreí diciéndole que no había problema (no me convenía decir lo contrario).
La junta duró cerca de 3 horas. Tomé mucho café. Estaba yo nervioso, y al final de la junta, me costó trabajo pero finalmente lo convencí de la firma de un “agreement” e intercambio de dinero por cerca de ... ¡muchos miles de euros! Ya en pesos, cerca de ¡muchos millones! que logré negociar y que depositarían a nuestra oficina en México en una semana.
El acuerdo salió tan avante que invité a Lawrence a comer. Lo llevé a un buen restaurant. Los abogados españoles se pegaron. Comimos paella y pagué, bueno, pagó mi oficina mejor dicho. Durante la comida, el director en España, un reconocido abogado en Propiedad Intelectual en toda Europa, me hizo saber su interés de invitarme a laborar con ellos a partir de mediados de 2007 para encargarme de todo lo relacionado con América Latina. El proyecto que trae en manos es ambicioso, y por tanto, lo tiene prospectado para mediados del año entrante, por tanto, no sería 100% seguro. No obstante, la oferta hizo que la gran cantidad de vino que había bebido durante la comida, desapareciera. Creo que cerré con broche de oro mis actividades laborales por Europa.
A las 6 PM nos desocupamos. Partí directo al hotel a arreglar mis maletas, pues el avión de regreso a México saldría a la 1 de la mañana. Una vez con mis cosas arregladas, salí a caminar para matar tiempo y hacer unas últimas compras. Me paré en una de las esquinas de la Gran Vía y contemplé a la gente y los edificios. Tanto éxito obtenido durante tantos días despertó en mí sentimientos ególatras, más aún sabiendo que probablemente el año entrante, bien podría estar viviendo en esa Ciudad.
El avión despegó a la 1.30 AM. Miré por la ventanilla a Madrid-de-noche.
Suspiré con satisfacción.
Tomé una almohada y dormí cerca de 6 horas.
El avión aterrizó en México a las 7 AM, hora local.
Y yo, aún es hora en que no quiero aterrizar de mi nube.
Wednesday, October 11, 2006
“Hoy no me puedo levantar”
Llegué a Madrid directo de Amsterdam a las 4 PM. Fue un lío tomar un taxi en el aeropuerto, pues la mafia de los taxis que tanto conocemos en México, tiene su hermana en Madrid. Nadie quería llevarme a la Gran Vía e ignoro el porqué. Tuve que caminar con mi maleta al piso superior, donde un taxista, muchacho de unos 23 años, muy nervioso accedió treparme a su taxi, pues de hacerlo podría ser multado ya que no era zona para levantar pasaje. Durante el trayecto platicamos sobre México y España. Muy taxista muy taxista, pero estaba guapo guapo guapo. Tenía un aire al vocalista de los “Hombres G”. De hecho fue de los pocos amables que me tocó conocer en España. Al bajar del taxi, me gustó tanto... perdón, me cayó tan bien, quise decir, que le dí de propina 5 euros.
Tenía que matar pues la tarde. Fui al teatro a ver “Hoy no me puedo levantar”. Perdonen mi indiorancia pero fue hasta entonces que comprendí parte de la letra de algunas canciones de “Mecano”. Me gustó mucho, a pesar de que las canciones están metidas a-huevo para que coincidan con la historia, y a pesar de que me pareció excesivamente larga, 4 horas, con 45 minutos de intermedio que me permitieron tomar unas 3 cervezas y entrar así al segundo acto ya algo flameado y alegre.
Al salir del teatro cené mariscos nuevamente con mucho, mucho vino. Estuve comiendo y bebiendo tanto, que cuando tuve que pagar, me sorprendió ver que la cuenta fue de 72 euros.
Caminé hasta mi hotel durante 20 minutos. Me tambaleaba de lo mareado.
Al llegar, la peda se me bajó al recordar que en 8 horas tendría la junta con los londinenses.
Me acosté esperando no tener que decir por la mañana “Hoy no me puedo levantar”.
Llegué a Madrid directo de Amsterdam a las 4 PM. Fue un lío tomar un taxi en el aeropuerto, pues la mafia de los taxis que tanto conocemos en México, tiene su hermana en Madrid. Nadie quería llevarme a la Gran Vía e ignoro el porqué. Tuve que caminar con mi maleta al piso superior, donde un taxista, muchacho de unos 23 años, muy nervioso accedió treparme a su taxi, pues de hacerlo podría ser multado ya que no era zona para levantar pasaje. Durante el trayecto platicamos sobre México y España. Muy taxista muy taxista, pero estaba guapo guapo guapo. Tenía un aire al vocalista de los “Hombres G”. De hecho fue de los pocos amables que me tocó conocer en España. Al bajar del taxi, me gustó tanto... perdón, me cayó tan bien, quise decir, que le dí de propina 5 euros.
Tenía que matar pues la tarde. Fui al teatro a ver “Hoy no me puedo levantar”. Perdonen mi indiorancia pero fue hasta entonces que comprendí parte de la letra de algunas canciones de “Mecano”. Me gustó mucho, a pesar de que las canciones están metidas a-huevo para que coincidan con la historia, y a pesar de que me pareció excesivamente larga, 4 horas, con 45 minutos de intermedio que me permitieron tomar unas 3 cervezas y entrar así al segundo acto ya algo flameado y alegre.
Al salir del teatro cené mariscos nuevamente con mucho, mucho vino. Estuve comiendo y bebiendo tanto, que cuando tuve que pagar, me sorprendió ver que la cuenta fue de 72 euros.
Caminé hasta mi hotel durante 20 minutos. Me tambaleaba de lo mareado.
Al llegar, la peda se me bajó al recordar que en 8 horas tendría la junta con los londinenses.
Me acosté esperando no tener que decir por la mañana “Hoy no me puedo levantar”.
Tuesday, October 10, 2006
“‘Gripa-dutch’ y un ‘Dr-Simi-dèja-vu’”
Terminando mis labores en Madrid, me restaba viajar a Lóndres, Inglaterra para tener una junta de trabajo. Al llamar a los directivos, ofrecieron ir a Madrid ellos para que yo no fuera a Lóndres. Oh qué bonito detalle ¿creyeron que no quería acaso conocer la ciudad de la libra esterlina? Accedí a la propuesta únicamente porque ello me permitiría ir a Holanda a visitar a mi hermana, ya que siendo jueves, podría tomarme todo el fin de semana a efecto de ver a los londinenses hasta el martes.
Así las cosas, compré mi boletito de avión a la bella ciudad de Amsterdam, y con tal de ahorrar dinero pues eso no iría incluído en los viáticos, compré el último vuelo, a las 9.30 PM. Llegué pues a Amsterdam a las 11.15 de la noche, previa peda que me puse en el avión con 3 botellitas de vino blanco. El aterrizaje fue uno de los más feos que haya tenido en mi vida. Era tanto el viento que incluso, y ya en tierra y con el avión completamente inmóvil, vi por las ventanillas cómo tuvieron que anclar literalmente las alas del avión, pues el viento hacía que el pajaro de acero (qué mamón) se agitara muy feo.
Salí pues y en la sala de llegadas ya me esperaba mi hermana con su suegra, quien al estar tomando clases en español, me recibió con un muy mal pronunciado “Bienvenido”. Dudo que aprenda alguna vez español pues el holandés es un idioma tan feo y que nada tiene que ver con las lenguas romances, que supongo le costará mucho trabajo.
Mi hermana y yo nos abrazamos. No nos veíamos desde diciembre que ella estuvo en México con mi cuñado. Conducimos pues 45 minutos a La Haya, Den Haag, que es donde vive. Al llegar, mi cuñado estaba enpijamado y con el semblante de un flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones. Fue hasta entonces que caí en cuenta que tanto mi hermana como su suegra habían estado estornudando mucho: todos tenían gripa. Oh Dios, no me quería enfermar. Los 4 días de mi estancia en Holanda estuve pues en contacto directo con el virus de la gripa, pues mi hermana, mi cuñado, su mamá, las amigas de mi hermana con sus respectivos novios o esposos (mexicanas horribles ellas, holandeses hermosos ellos ¿qué le sucede a éste mundo del revés? Chabelo, tenías razón), sus vecinos, la concuña de mi hermana con su hijo (muchachito de 16 años, holandés güerito altísimo precioso, quien estoy seguro arrancará suspiros en unos 5 años más a las chicas... y/o chicos), los compañeros de trabajo de mi hermana, así como algunas personas de las tiendas, o meseros, TODOS estornudaban y/o tenían gripa. Es increíble la programación y sugestión psicológica a nivel nacional que puede provocar la simple llegada de los vientos fríos. Después de haber estado con calorcito, la primera ráfaga de viento frío y que de hecho experimenté con mi aterrizaje, provoca que los holandeses, todos, mentalmente se programen y les dé gripa. Las apuestas fueron muchas para que yo me contagiara. No lo lograron, pues nunca me enfermé, cosa que se les hizo muy rara.
Estuve pues 4 días, en los que debido a la gripa, y al trabajo de mi hermana, tuve que estar casi siempre moviéndome sólo, lo cual me permitió en Amsterdam, y después de visitar la ciudad, tomarme fotos y estar en uno que otro museo, ir a ver lugares gay, con los consabidos y resultados lógicos de siempre en que no me peló ni una mosca.
El último día de mi estancia, mi hermana me llevó a Scheveningen, el lugar con playa en La Haya, y donde para mi fortuna, no hizo viento pero sí un sol maravilloso. Caminamos, subimos a un mirador, nos tomamos fotos y compramos regalos para mis papás. Al regreso a su casa, donde me prepararon una cena de despedida, jugué con “Nacho”, el loro africano de mi hermana, quien a modo de despedida, me dio tremenda mordida en mi mano derecha, al grado que literalmente me arrancó un pedazo de piel y al día de hoy, tengo una costra en forma de pico de loro.
Antes de salir, mi hermana me llevó a una muy grande tienda de vinos, pues desde México prometí a mi amigo Julio, que compraría una botella de Ice Wine para tomárnosla a mi regreso. Todo así hubiera sido de no ser porque el vendedor (un muchacho holandés MUY guapo y simpático) me mostró el precio de la botellita de 750 ml: ¡289 euros! A pesar de que llevaba suficiente dinero, una botella de Ice Wine de semejante precio se me hizo excesivo, así que le pedí algo similar, pero más barato (un Dr.-Simi-dèja-vu). El hermoso vendedor se ofreció a darme una explicación del porqué del precio del Ice Wine (un muy mamón proceso de congelación de la uva), mientras yo lo contemplaba pensando en decirle “I do!” o “¡Sí, acepto!”. Finalmente salí de la tienda con dos botellas, una de 30 euros y otra de 25.
Regresé el lunes a Madrid a preparar la junta que tendría al día siguiente con los ingleses. Nervioso, pues el resultado podría elevar más mis bonos ante mis jefes.
¿Más?
Terminando mis labores en Madrid, me restaba viajar a Lóndres, Inglaterra para tener una junta de trabajo. Al llamar a los directivos, ofrecieron ir a Madrid ellos para que yo no fuera a Lóndres. Oh qué bonito detalle ¿creyeron que no quería acaso conocer la ciudad de la libra esterlina? Accedí a la propuesta únicamente porque ello me permitiría ir a Holanda a visitar a mi hermana, ya que siendo jueves, podría tomarme todo el fin de semana a efecto de ver a los londinenses hasta el martes.
Así las cosas, compré mi boletito de avión a la bella ciudad de Amsterdam, y con tal de ahorrar dinero pues eso no iría incluído en los viáticos, compré el último vuelo, a las 9.30 PM. Llegué pues a Amsterdam a las 11.15 de la noche, previa peda que me puse en el avión con 3 botellitas de vino blanco. El aterrizaje fue uno de los más feos que haya tenido en mi vida. Era tanto el viento que incluso, y ya en tierra y con el avión completamente inmóvil, vi por las ventanillas cómo tuvieron que anclar literalmente las alas del avión, pues el viento hacía que el pajaro de acero (qué mamón) se agitara muy feo.
Salí pues y en la sala de llegadas ya me esperaba mi hermana con su suegra, quien al estar tomando clases en español, me recibió con un muy mal pronunciado “Bienvenido”. Dudo que aprenda alguna vez español pues el holandés es un idioma tan feo y que nada tiene que ver con las lenguas romances, que supongo le costará mucho trabajo.
Mi hermana y yo nos abrazamos. No nos veíamos desde diciembre que ella estuvo en México con mi cuñado. Conducimos pues 45 minutos a La Haya, Den Haag, que es donde vive. Al llegar, mi cuñado estaba enpijamado y con el semblante de un flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones. Fue hasta entonces que caí en cuenta que tanto mi hermana como su suegra habían estado estornudando mucho: todos tenían gripa. Oh Dios, no me quería enfermar. Los 4 días de mi estancia en Holanda estuve pues en contacto directo con el virus de la gripa, pues mi hermana, mi cuñado, su mamá, las amigas de mi hermana con sus respectivos novios o esposos (mexicanas horribles ellas, holandeses hermosos ellos ¿qué le sucede a éste mundo del revés? Chabelo, tenías razón), sus vecinos, la concuña de mi hermana con su hijo (muchachito de 16 años, holandés güerito altísimo precioso, quien estoy seguro arrancará suspiros en unos 5 años más a las chicas... y/o chicos), los compañeros de trabajo de mi hermana, así como algunas personas de las tiendas, o meseros, TODOS estornudaban y/o tenían gripa. Es increíble la programación y sugestión psicológica a nivel nacional que puede provocar la simple llegada de los vientos fríos. Después de haber estado con calorcito, la primera ráfaga de viento frío y que de hecho experimenté con mi aterrizaje, provoca que los holandeses, todos, mentalmente se programen y les dé gripa. Las apuestas fueron muchas para que yo me contagiara. No lo lograron, pues nunca me enfermé, cosa que se les hizo muy rara.
Estuve pues 4 días, en los que debido a la gripa, y al trabajo de mi hermana, tuve que estar casi siempre moviéndome sólo, lo cual me permitió en Amsterdam, y después de visitar la ciudad, tomarme fotos y estar en uno que otro museo, ir a ver lugares gay, con los consabidos y resultados lógicos de siempre en que no me peló ni una mosca.
El último día de mi estancia, mi hermana me llevó a Scheveningen, el lugar con playa en La Haya, y donde para mi fortuna, no hizo viento pero sí un sol maravilloso. Caminamos, subimos a un mirador, nos tomamos fotos y compramos regalos para mis papás. Al regreso a su casa, donde me prepararon una cena de despedida, jugué con “Nacho”, el loro africano de mi hermana, quien a modo de despedida, me dio tremenda mordida en mi mano derecha, al grado que literalmente me arrancó un pedazo de piel y al día de hoy, tengo una costra en forma de pico de loro.
Antes de salir, mi hermana me llevó a una muy grande tienda de vinos, pues desde México prometí a mi amigo Julio, que compraría una botella de Ice Wine para tomárnosla a mi regreso. Todo así hubiera sido de no ser porque el vendedor (un muchacho holandés MUY guapo y simpático) me mostró el precio de la botellita de 750 ml: ¡289 euros! A pesar de que llevaba suficiente dinero, una botella de Ice Wine de semejante precio se me hizo excesivo, así que le pedí algo similar, pero más barato (un Dr.-Simi-dèja-vu). El hermoso vendedor se ofreció a darme una explicación del porqué del precio del Ice Wine (un muy mamón proceso de congelación de la uva), mientras yo lo contemplaba pensando en decirle “I do!” o “¡Sí, acepto!”. Finalmente salí de la tienda con dos botellas, una de 30 euros y otra de 25.
Regresé el lunes a Madrid a preparar la junta que tendría al día siguiente con los ingleses. Nervioso, pues el resultado podría elevar más mis bonos ante mis jefes.
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